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segunda-feira, 21 de março de 2011

Hoje Festa doTrânsito de S.Bento

SAN BENITO


Vivio entre los años 480 al 547
Patrón: de las erupciones de la piel, sarpullidos,
luchar contra los envenenamientos,
para los trabajadores agriícolas, y granjeros, quienes trabajan con la forja
y fundidores del cobre. Moribundos. Contra la eripsela facial, contra la fiebre,
piedras en los organos, enfermedades inflamatorias,
enfermedades del riñones,intoxicaciones.
Patron de los monjes, y de las personas de ordenes religiosas.
De los escolares.
Espeleólogos.

LA ORACION DE LA CRUZ PROTECTORA DE SAN BENITO
Crux Sancti Patris Benedicti.
Crux Sancta Sit Mihi Lux
Non Draco Sit Mihi Dux
Vade Retro Satana
Numquam Suade Mihi Vana
Sunt Mala Quae Libas
Ipse Venena Bibas
Cruz del Santo Padre Benito
La Santa Cruz sera mi luz
no sera el demonio mi guia.
¡Apartate, Satanas!
no me sugieras cosas vanas,
maldad es lo que me brindas,
bebe tu mismo tu veneno.


ORACIÓN PARA PEDIR SU PROTECCIÓN
Santísimo confesor del Señor: Padre y jefe de los monjes, intercede por nuestra santidad, por nuestra salud de alma, cuerpo y mente.
Destierra de nuestra vida, de nuestra casa, las asechanzas del espiritu maligno .
Libranos de herejias funestas , de las malas lenguas y de toda clase de hechicerias.
Pidele al Señor, que remedie nuestras necesidades espirituales, y corporales.
Piídele también para que la santa Iglesia Catolica tenga progreso;
y para que mi alma no muera en pecado mortal,
para que así confiada en Tu poderosa intercesion,
pueda algun dia en el cielo, cantar las eternas alabanzas.
Amén.
Jesus, Maria y Jose os amo. Salvad vidas, naciones y a las almas.
Tuvo una vida de oracion, disciplina y trabajo
Se levantaba a rezar salmos a la madrugada a rezar los salmos.
San Benito, pasaba sus horas rezando y meditando.
Tambien hacia horas de trabajo manual, imitando a Jesucristo.
El trabajo era visto por San benito, como algo honroso.
Su dieta constabe de alimentos vegetarianos y ayunando diariamente,
y no comia nada hasta la tarde.
Recibía a muchas personas para dirigirlas espiritualmente.
En ocasiones, acudía a los diferentes pueblos con sus monjes a predicar.
Su trato amable con todos lo hizo famoso.
La Santa Cruz con la que hizo muchos milagros ademas de su gran amor
y fuerza fueron sis armas de batalla.
San Benito, era un exorcista de mucho poder.
Y ejercio este don para someter a los espíritus malignos utilizando
como sacramental la famosa Cruz de San Benito.
San Benito predijo el día de su muerte. Esta ocurrió el 21 de marzo del 547, y sucedio pocos días despues de la muerte de su hermana, santa Escolástica.
Es su fiesta el 11 de julio.
Algunos Milagros de San Benito.
San Gregorio, conto algunos de sus milagros en su biografía de San Benito
El joven que no sabía nadar.
Un muchacho llamado Plácido cayó en un lago de gran profundidad, y estaba ahogandose. San Benito envio a su discípulo Mauro, que era su preferido: "Láncese al agua y sálvelo". Mauro asi lo hizo, enseguida y llegó a sacarlo sano y salvo llevandolo hasta la orilla. Cuando salio del profundo lago recordo que no sabía nadar, y sin embargo había logrado atravesar esas aguas. Su obediencia al santo le permitio hacer aquel salvamento milagroso.
Edificio que cayo.
Estaban construyendo el monasterio, y se vino abajo una enorme pared sepultando a uno de los discípulos de San Benito. El se puso a rezar y envio a otros monjes que removiesen los escombros. Debajo de todo, apareció el monje sepultado, pero sano, como si hubiera despertado de un sueño.
La piedra que no se movía.
Sus religiosos constructores estaban tratando de quitar una inmensa piedra, pero esta no se podía mover ni un centímetro. Entonces San Benito les envió una bendición, y enseguida la pudieron quitar de allí, como si nada pesara .
Por esa caisa, a raiz de esta anecdota, desde siglos atrás cuando las personas tienen algún grave problema en su casa que no consiguen alejar, buscan una medalla de San Benito y le rezan con fe, obteniendo prodigios.

Si atendemos a la enorme influencia ejercida en Europa por los seguidores de San Benito, es desalentador comprobar que no tenemos biografías contemporáneas del padre del monasticismo occidental. Lo poco que conocemos acerca de sus primeros años, proviene de los "Diálogos" de San Gregorio, quien no proporciona una historia completa, sino solamente una serie de escenas para ilustrar los milagrosos incidentes de su carrera.
Benito nació y creció en la noble familia Anicia, en el antiguo pueblo de Sabino en Nurcia, en la Umbría en el año 480. Esta región de Italia es quizás la que mas santos ha dado a la Iglesia. Cuatro años antes de su nacimiento, el bárbaro rey de los Hérculos mató al último emperador romano poniendo fin a siglos de dominio de Roma sobre todo el mundo civilizado. Ante aquella crisis, Dios tenía planes para que la fe cristiana y la cultura no se apagasen ante aquella crisis. San Benito sería el que comienza el monasticismo en occidente.  Los monasterios se convertirán en centros de fe y cultura. 
 De su hermana gemela, Escolástica, leemos que desde su infancia se había consagrado a Dios, pero no volvemos a saber nada de ella hasta el final de la vida de su hermano.  El fue enviado a Roma para su "educación liberal", acompañado de una "nodriza", que había de ser, probablemente, su ama de casa.  Tenía entonces entre 13 y 15 años, o quizá un poco más.  Invadido por los paganos de las tribus arias, el mundo civilizado parecía declinar rápidamente hacia la barbarie, durante los últimos años del siglo V: la Iglesia estaba agrietada por los cismas, ciudades y países desolados por la guerra y el pillaje, vergonzosos pecados campeaban tanto entre cristianos como entre gentiles y  se ha hecho notar que no existía un solo soberano o legislador que no fuera ateo, pagano o hereje.  En las escuelas y en los colegios, los jóvenes imitaban los vicios de sus mayores y Benito, asqueado por la vida licenciosa de sus compañeros y temiendo llegar a contaminarse con su ejemplo, decidió abandonar Roma.  Se fugó, sin que nadie lo supiera, excepto su nodriza, que lo acompañó.  Existe una considerable diferencia de opinión en lo que respecta a la edad en que abandonó la ciudad, pero puede haber sido aproximadamente a los veinte años.  Se dirigieron al poblado de Enfide, en las montañas, a treinta millas de Roma.  No sabemos cuanto duró su estancia, pero fue suficiente para capacitarlo a determinar su siguiente paso.  Pronto se dio cuenta de que no era suficiente haberse retirado de las tentaciones de Roma;  Dios lo llamaba para ser un ermitaño y para abandonar el mundo y, en el pueblo lo mismo que en la ciudad, el joven no podía llevar una vida escondida, especialmente después de haber restaurado milagrosamente un objeto de barro que su nodriza había pedido prestado y accidentalmente roto.
En busca de completa soledad, Benito partió una vez más, solo, para remontar las colinas hasta que llegó a un lugar conocido como Subiaco (llamado así por el lago artificial formado en tiempos de Claudio, gracias a la represión de las aguas del Anio).  En esta región rocosa y agreste se encontró con un monje llamado Romano, al que abrió su corazón, explicándole su intención de llevar la vida de un ermitaño.  Romano mismo vivía en un monasterio a corta distancia de ahí; con gran celo sirvió al joven, vistiéndolo con un hábito de piel y conduciéndolo a una cueva en una montaña rematada por una roca alta de la que no podía descenderse y cuyo ascenso era peligroso, tanto por los precipicios como por los tupidos bosques y malezas que la circundaban.  En la desolada caverna, Benito pasó los siguientes tres años de su vida, ignorado por todos, menos por Romano, quien guardó su secreto y diariamente llevaba pan al joven recluso, quien lo subía en un canastillo que izaba mediante una cuerda.  San Gregorio dice que el primer forastero que encontró el camino hacia la cueva fue un sacerdote quien, mientras preparaba su comida un domingo de Resurrección, oyó una voz que le decía: "Estás preparándote un delicioso platillo, mientras mi siervo Benito padece hambre".  El sacerdote, inmediatamente, se puso a buscar al ermitaño, al que encontró al fin con gran dificultad.  Después de haber conversado durante un tiempo sobre Dios y las cosas celestiales, el sacerdote lo invitó a comer, diciéndole que era el día de Pascua, en el que no hay razón para ayunar.  Benito, quien sin duda había perdido el sentido del tiempo y ciertamente no tenía medios de calcular los ciclos lunares, repuso que no sabía que era el día de tan grande solemnidad.  Comieron juntos y el sacerdote volvió a casa.  Poco tiempo después, el santo fue descubierto por algunos pastores, quienes al principio lo tomaron por un animal salvaje, porque estaba cubierto con una piel 9de bestia y porque no se imaginaban que un ser humano viviera entre las rocas.  Cuando descubrieron que se trataba de un siervo de Dios, quedaron gratamente impresionados y sacaron algún fruto de sus enseñanzas.  A partir de ese momento, empezó a ser conocido y mucha gente lo visitaba, proveyéndolo de alimentos y recibiendo de él instrucciones y consejos.
Aunque vivía apartado del mundo, San Benito, como los padres del desierto, tuvo que padecer las tentaciones de la carne y del demonio, algunas de las cuales han sido descritas por San Gregorio.  "Cierto día, cuando estaba solo, se presentó el tentador.  Un pequeño pájaro negro, vulgarmente llamado mirlo, empezó a volar alrededor de su cabeza y se le acercó tanto que, si hubiese querido, habría podido cogerlo con la mano, pero al hacer la señal de la cruz el pájaro se alejó.  Una violenta tentación carnal, como nunca antes había experimentado, siguió después.  El espíritu maligno le puso ante su imaginación el recuerdo de cierta mujer que él había visto hacía tiempo, e inflamó su corazón con un deseo tan vehemente, que tuvo una gran dificultad para reprimirlo.  Casi vencido, pensó en abandonar la soledad; de repente, sin embargo, ayudado por la gracia divina, encontró la fuerza que necesitaba y, viendo cerca de ahí un tupido matorral de espinas y zarzas, se quitó sus vestiduras y se arrojó entre ellos.  Ahí se revolcó hasta que todo su cuerpo quedó lastimado.  Así, mediante aquellas heridas corporales, curó las heridas de su alma", y nunca volvió a verse turbado en aquella forma.
En Vicovaro, en Tívoli y en Subiaco, sobre la cumbre de un farallón que domina Anio, residía por aquel tiempo una comunidad de monjes, cuyo abad había muerto y por lo tanto decidieron pedir a San Benito que tomara su lugar.  Al principio rehusó, asegurando a la delegación que había venido a visitarle que sus modos de vida no coincidían --quizá él había oído hablar de ellos--.  Sin embargo, los monjes le importunaron tanto, que acabó por ceder y regresó con ellos para hacerse cargo del gobierno.  Pronto se puso en evidencia que sus estrictas nociones de disciplina monástica no se ajustaban a ellos, porque quería que todos vivieran en celdas horadadas en las rocas y, a fin de deshacerse de él, llegaron hasta poner veneno en su vino.  Cuando hizo el signo de la cruz sobre el vaso, como era su costumbre, éste se rompió en pedazos como si una piedra hubiera caído sobre él.  "Dios os perdone, hermanos", dijo el abad con tristeza.  "¿Por qué habéis maquinado esta perversa acción contra mí?  ¿No os dije que mis costumbres no estaban de acuerdo con las vuestras?  Id y encontrad un abad a vuestro gusto, porque después de esto yo no puedo quedarme por más tiempo entre vosotros".  El mismo día retornó a Subiaco, no para llevar por más tiempo una vida de retiro, sino con el propósito de empezar la gran obra para la que Dios lo había preparado durante estos años de vida oculta.
Empezaron a reunirse a su alrededor los discípulos atraídos por su santidad y por sus poderes milagrosos, tanto seglares que huían del mundo, como solitarios que vivían en las montañas.  San Benito se encontró en posición de empezar aquel gran plan, quizás revelado a él en la retirada cueva, de "reunir en aquel lugar, como en un aprisco del Señor, a muchas y diferentes familias de santos monjes dispersos en varios monasterios y regiones, a fin de hacer de ellos un sólo rebaño según su propio corazón, para unirlos más y ligarlos con los fraternales lazos, en una casa de Dios bajo una observancia regular y en permanente alabanza al nombre de Dios".  Por lo tanto, colocó a todos los que querían obedecerle en los doce monasterios hechos de madera, cada uno con su prior.  El tenía la suprema dirección sobre todos, desde donde vivía con algunos monjes escogidos, a los que deseaba formar con especial cuidado.  Hasta ahí, no tenía escrita una regla propia, pero según un antiguo documento, los monjes de los doce monasterios aprendieron la vida religiosa, "siguiendo no una regla escrita, sino solamente el ejemplo de los actos de San Benito".  Romanos y bárbaros, ricos y pobres, se ponían a disposición del santo, quien no hacía distinción de categoría social o nacionalidad.  Después de un tiempo, los padres venían para confiarles a sus hijos a fin de que fueran educados y preparados para la vida monástica.  San Gregorio nos habla de dos nobles romanos, Tértulo, el patricio y Equitius, quienes trajeron a sus hijos, Plácido, de siete años y Mauro de doce, y dedica varias páginas a estos jóvenes novicios.  (Véase San Mauro, 15 de enero y San Plácido, 5 de octubre).
En contraste con estos aristocráticos jóvenes romanos, San Gregorio habla de un rudo e inculto godo que acudió a San Benito, fue recibido con alegría y vistió el hábito monástico.  Enviado con una hoz para que quitara las tupidas malezas del terreno desde donde se dominaba el lago, trabajó tan vigorosamente, que la cuchilla de la hoz se salió del mango y desapareció en el lago.  El pobre hombre estaba abrumado de tristeza, pero tan pronto como San Benito tuvo conocimiento del accidente, condujo al culpable a la orilla de las aguas, le arrebató el mango y lo arrojó al lago.  Inmediatamente, desde el fondo, surgió la cuchilla de hierro y se ajustó automáticamente al mango.  El abad devolvió la herramienta, diciendo: "¡Toma!  Prosigue tu trabajo y no te preocupes".  No fue el menor de los milagros que San Benito hizo para acabar con el arraigado prejuicio contra el trabajo manual, considerado como degradante y servil.  Creía que el trabajo no solamente dignificaba, sino que conducía a la santidad y, por lo tanto, lo hizo obligatorio para todos los que ingresaban a su comunidad, nobles y plebeyos por igual.  No sabemos cuanto tiempo permaneció el santo en Subiaco, pero fue lo suficiente para establecer su monasterio sobre una base firme y fuerte.  Su partida fue repentina y parece haber sido impremeditada.  Vivía en las cercanías un indigno sacerdote llamado Florencio quien, viendo el éxito que alcanzaba San Benito y la gran cantidad de gente que se reunía en torno suyo, sintió envidia y trató de arruinarlo.  Pero como fracasó en todas sus tentativas para desprestigiarlo mediante la calumnia y para matarlo con un pastel envenenado que le envió (que según San Gregorio fue arrebatado milagrosamente por un cuervo), trató de seducir a sus monjes, introduciendo una mujer de mala vida en el convento.  El abad, dándose perfecta cuenta de que los malvados planes de Florencio estaban dirigidos contra él personalmente, resolvió abandonar Subiaco por miedo de que las almas de sus hijos espirituales continuaran siendo asaltadas y puestas en peligro.  Dejando todas sus cosas en orden, se encaminó desde Subiaco al territorio de Monte Cassino.  Es esta una colina solitaria en los límites de Campania, que domina por tres lados estrechos valles que corren hacia las montañas y, por el cuarto, hasta el Mediterráneo, una planicie ondulante que fue alguna vez rica y fértil, pero que, carente de cultivos por las repetidas irrupciones de los bárbaros, se había convertido en pantanosa y malsana.  La población de Monte Cassino, en otro tiempo lugar importante, había sido aniquilada por los godos y los pocos habitantes que quedaban, habían vuelto al paganismo o mejor dicho, nunca lo habían dejado.  Estaban acostumbrados a ofrecer sacrificios en un templo dedicado a Apolo, sobre la cuesta del monte.  Después de cuarenta días de ayuno, el santo se dedicó, en primer lugar, a predicar a la gente y a llevarla a Cristo.  Sus curaciones y milagros obtuvieron muchos conversos, con cuya ayuda procedió a destruir el templo, su ídolo y su bosque sagrado.  Sobre las ruinas del templo, construyó dos capillas y alrededor de estos santuarios se levantó, poco a poco, el gran edificio que estaba destinado a convertirse en la más famosa abadía que el mundo haya conocido.  Los cimientos de este edificio parecen haber sido echados por San Benito, alrededor del año 530.  De ahí partió la influencia que iba a jugar un papel tan importante en la cristianización y civilización de la Europa post-romana.  No fue solamente un museo eclesiástico lo que se destruyó durante la segunda Guerra Mundial, cuando se bombardeó Monte Cassino.
Es probable que Benito, de edad madura, en aquel entonces, pasara nuevamente algún tiempo como ermitaño; pero sus discípulos pronto acudieron también a Monte Cassino.  Aleccionado sin duda por su experiencia en Sabiaco, no los mandó a casas separadas, sino que los colocó juntos en un edificio gobernado por un prior y decanos, bajo su supervisión general.  Casi inmediatamente después, se hizo necesario añadir cuartos para huéspedes, porque Monte Cassino, a diferencia de Subiaco, era fácilmente accesible desde Roma y Cápua.  No solamente los laicos, sino también los dignatarios de la Iglesia iban para cambiar impresiones con el fundador, cuya reputación de santidad, sabiduría y milagros habíase extendido por todas partes.  Tal vez fue durante ese período cuando comenzó su "Regla", de la que San Gregorio dice que da a entender "todo su método de vida y disciplina, porque no es posible que el santo hombre pudiera enseñar algo distinto de lo que practicaba".  Aunque primordialmente la regla está dirigida a los monjes de Monte Cassino, como señala el abad Chapman, parece que hay alguna razón para creer que fue escrita para todos los monjes del occidente, según deseos del Papa San Hormisdas.  Está dirigida a todos aquellos que, renunciando a su propia voluntad, tomen sobre sí "la fuerte y brillante armadura de la obediencia para luchar bajo las banderas de Cristo, nuestro verdadero Rey", y prescribe una vida de oración litúrgica, estudio, ("lectura sacra") y trabajo llevado socialmente, en una comunidad y bajo un padre común.  Entonces y durante mucho tiempo después, sólo en raras ocasiones un monje recibía las órdenes sagradas y no existe evidencia de que el mismo San Benito haya sido alguna vez sacerdote.  Pensó en proporcionar "una escuela para el servicio del Señor", proyectada para principiantes, por lo que el ascetismo de la regla es notablemente moderado.  No se alentaban austeridades anormales ni escogidas por uno mismo y, cuando un ermitaño que ocupaba una cueva cerca de Monte Cassino encadenó sus pies a la roca, San Benito le envió un mensaje que decía:  "Si eres verdaderamente un siervo de Dios, no te encadenes con hierro, sino con la cadena de Cristo".  La gran visión en la que Benito contempló, como en un rayo de sol, a todo el mundo alumbrado por la luz de Dios, resume la inspiración de su vida y de su regla.  El santo abad, lejos de limitar sus servicios a los que querían seguir su regla, extendió sus cuidados a la población de las regiones vecinas: curaba a los enfermos, consolaba a los tristes, distribuía limosnas y alimentó a los pobres y se dice que en más de una ocasión resucitó a los muertos.  Cuando la Campania sufría un hambre terrible, donó todas las provisiones de la abadía, con excepción de cinco panes.  "No tenéis bastante ahora", dijo a sus monjes, notando su consternación, "pero mañana tendréis de sobra".  A la mañana siguiente, doscientos sacos de harina fueron depositados por manos desconocidas en la puerta del monasterio.  Otros ejemplos se han proporcionado para ilustrar el poder profético de San Benito, al que se añadía el don de leer los pensamientos de los hombres.  Un noble al que convirtió, lo encontró cierta vez llorando e inquirió la causa de su pena.  El abad repuso: "este monasterio que yo he construido y todo lo que he preparado para mis hermanos, ha sido entregado a los gentiles por un designio del Todopoderoso.  Con dificultad he logrado obtener misericordia para sus vidas".  La profecía se cumplió cuarenta años después, cuando la abadía de Monte Cassino fue destruida por los lombardos.
Cuando el godo Totila avanzaba trinfante a través del centro de Italia, concibió el deseo de visitar a San Benito, porque había oído hablar mucho de él.  Por lo tanto, envió aviso de su llegada al abad, quien accedió a verlo.  Para descubrir si en realidad el santo poseía los poderes que se le atribuían, Totila ordenó que se le dieran a Riggo, capitán de su guardia, sus propias ropas de púrpura y lo envió a Monte Cassino con tres condes que acostumbraban asistirlo.  La suplantación no engañó a San Benito, quien saludó a Riggo con estas palabras: "hijo mío, quítate las ropas que vistes; no son tuyas".  Su visitante se apresuró a partir para informar a su amo que había sido descubierto.  Entonces, Totila, fue en persona hacia el hombre de Dios y, se dice que se atemorizó tanto, que cayó postrado.  Pero Benito lo levantó del suelo, le recriminó por sus malas acciones y le predijo, en pocas palabras, todas las cosas que le sucederían.  Al punto, el rey imploró sus oraciones y partió, pero desde aquella ocasión fue menos cruel.  Esta entrevista tuvo lugar en 542 y San Benito difícilmente pudo vivir lo suficiente para ver el cumplimiento total de su propia profecía.
Anuncia su muerte
El santo que había vaticinado tantas cosas a otros, fue advertido con anterioridad acerca de su próxima muerte.  Lo notificó a sus discípulos y, seis días antes del fin, les pidió que cavaran su tumba.  Tan pronto como estuvo hecha fue atacado por la fiebre.  El 21 de marzo del año 543, durante las ceremonias del Jueves Santo, recibió la Eucaristía.  Después, junto a sus monjes, murmuró unas pocas palabras de oración y murió de pie en la capilla, con las manos levantadas al cielo. Sus últimas palabras fueron: "Hay que tener un deseo inmenso de ir al cielo".  Fue enterrado junto a Santa Escolástica, su hermana, en el sitio donde antes se levantaba el altar de Apolo, que él había destruido.  
Dos de sus monjes estaban lejos de allí rezando, y de pronto vieron una luz esplendorosa que subía hacia los cielos y exclamaron: "Seguramente es nuestro Padre Benito, que ha volado a la eternidad".  Era el momento preciso en el que moría el santo.
Que Dios nos envíe muchos maestros como San Benito, y que nosotros también amemos con todo el corazón a Jesús.
En 1964 Pablo VI declara a san Benito patrono principal de Europa. 

GRACIAS POR LOS DATOS DETALLADOS A CORAZONES.ORG

sábado, 19 de março de 2011

Da dignidade de São José, Esposo da Virgem Maria Por Santo Afonso Maria de Ligório


Iacob autem genuit Ioseph, virum Mariae, de qua natus est Iesus ― «Jacob gerou a José, esposo de Maria, da qual nasceu Jesus» (Mat. 1, 16)
Sumário: Para formarmos uma ideia da dignidade de São José, basta ponderarmos que, na qualidade de esposo de Maria e chefe da sagrada Família, tinha verdadeiros direitos sobre a Mãe de Deus e seu divino Filho, que assumiram a obrigação de lhe obedecer, e lhe obedeceram em tudo. Quanto devemos, pois, honrar àquele a quem Deus honrou tanto! Quanto devemos confiar na eficácia de sua proteção! ― E tu, és-lhe realmente devoto?... Recorres prontamente a ele em tuas necessidades?
I. Considera em primeiro lugar a dignidade de São José por ser esposo de Maria. Nesta qualidade adquiriu o direito de lhe dar ordens, e Maria, na qualidade de esposa, assumiu a obrigação de obedecer a São José. O humílimo São José nunca se serviu de mandos para com a santa Virgem, mas somente de pedidos, por venerar nela a grande santidade e a dignidade de Mãe de Deus. A humílima Esposa, porém, entre todas as criaturas a mais humilde, considerava sempre aqueles pedidos como outras tantas ordens. ― Ó Maria, ó José, ó Esposos santíssimos, que por vossa grande humildade vos fizestes tão amados de Deus, suplico-vos que me alcanceis o perdão de todos os meus atos de soberba, e a graça de sofrer d’aqui por diante com paciência todos os desprezos e injúrias que me vierem da parte dos homens, porquanto hei merecido ser pisado aos pés dos demônios no inferno.
Considera em segundo lugar a alta dignidade de São José por lhe ser conferido por Deus o ofício de pai de Jesus Cristo: Et erat subditus illis (Luc. 2, 51) ― «E era-lhes submisso». Quem é que estava submisso? O Rei do mundo, o Filho de Deus e também verdadeiramente Deus todo-poderoso, eterno, perfeito, em tudo igual ao Pai. Este é quem na terra quis estar submisso a São José. Por si mesmo não tinha José autoridade sobre Jesus, por não ser o pai verdadeiro, mas tão somente o pai putativo. Como esposo, porém, e chefe de Maria, foi o chefe também de Jesus Cristo, enquanto homem, por ser o fruto das entranhas de Maria. Quem é dono de uma árvore, o é também dos frutos.
Eis porque a Beata Virgem o chamou pai de Jesus: Pater tuus et ego dolentes quaerebamos te (Luc. 2, 48) ― «Eu e teu pai angustiados te procuramos».
Foi portanto a São José, como chefe daquela pequena Família, que coube o ofício de mandar, e a Jesus o de obedecer; de sorte que Jesus nada fazia, não se movia, não tomava alimento nem repouso, senão segundo as ordens de José. Ó dignidade inefável!
II. Devemos honrar muito aquele a quem Deus mesmo tanto tem honrado. E grande confiança devemos pôr na proteção de São José, que viu nesta terra o Senhor do mundo submisso às suas ordens. Escreve Santa Teresa: «O Senhor nos quis dar a entender que, assim como na terra quis ficar submisso a São José, assim faz agora no céu tudo o que o Santo lhe pede».
Meu santo Patriarca, pela grande reverência que, como a seu esposo, vos teve Maria, rogo-vos que me recomendeis a ela, e me alcanceis a graça de ser o seu verdadeiro e fiel servo até à morte. E pela submissão que na terra vos mostrou o Verbo encarnado, obtende-me a graça de lhe obedecer e de amá-lo perfeitamente. No céu Jesus se compraz em conceder todas as graças que vós pedis em favor daqueles que a vós se recomendam. Eu também, miserável como sou, me recomendo a vós, escolho-vos por meu advogado especial e prometo honrar-vos cada dia com algum obséquio particular. Meu Pai, São José, por piedade, alcançai-me aquela graça que vós sabeis ser mais útil à minha alma, e especialmente a virtude da santa pureza.
«Sim, glorioso São José, pai e protetor das virgens, guarda fiel, a quem Deus confiou Jesus, a mesma inocência, e Maria, a virgem das virgens, eu vos peço e conjuro por Jesus e Maria, este duplo depósito a vós tão caro, com vosso eficaz auxílio dai-me conservar meu coração isento de toda mancha, e que, puro e casto, sirva constantemente a Jesus e Maria em perfeita castidade»[1]. ― E vós, ó Mãe de Deus e minha Mãe Maria, pela santa humildade e obediência com que executastes tudo que vosso santo Esposo José vos pedia, alcançai-me de Deus a graça da santa humildade e da perfeita obediência a seus preceitos divinos[2].
[1] Indulgência de 100 dias.
[2] Esta meditação, embora não se ache nas obras completas de Santo Afonso, é todavia do santo Doutor.
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Santo Afonso Maria de Ligório. Meditações: Para todos os Dias e Festas do Ano: Tomo Primeiro: Desde o primeiro Domingo do Advento até Semana Santa inclusive. Friburgo: Herder & Cia, 1921, p. 324-326.
http://www.mulhercatolica.org/

domingo, 13 de março de 2011

Desde o Céu os Santos vêm o que acontece e interferem na nossa terra

 

Para os medievais, esta terra não tinha um teto fechado e um chão de chumbo que confina os homens.
Pelo contrário, para cima eles tinham certeza que o mundo das almas que se salvaram agia e participava nesta nossa vida.

E que era possível pela oração se comunicar com esse mundo imerso na glória divina. E vice-versa, acreditavam e experimentavam também que o inferno se agita e vive espalhando caos.

Não era uma mera crendice. Esses horizontes superiores e inferiores têm plena justificação na mais estrita teologia católica.

Eis como explica essa interação o famoso teólogo dominicano Reginald Garrigou Lagrange:


Os bem-aventurados vêem também em Deus, in verbo, a humanidade santa que o Filho único assumiu para sempre a fim de nos salvar.

Contemplam nela a graça da união hipostática, a plenitude da graça, da glória e da caridade da alma santa de Jesus, o valor infinito dos seus atos, o valor infinito de cada Missa, a vitalidade sobrenatural de todo o corpo místico da Igreja triunfante, padecente e militante.

Contemplam admirados as prerrogativas de Cristo como Sacerdote eterno, como Juiz dos vivos e dos mortos, como Rei universal de todas as criaturas e como Pai dos pobres.

Pela própria visão beatífica, os santos contemplam em Deus a eminente dignidade da sua Mãe, a plenitude de graça, as virtudes, os dons, a mediadora universal e a co-redentora.

E como a bem-aventurança encerra um estado perfeito que pressupõe todos os bens legítimos, cada santo no Céu conhece em Deus os restantes dos bem-aventurados. Sobretudo aqueles que conheceu anteriormente, e que amou sobrenaturalmente.

Do mesmo modo, cada santo vê através de idéias criadas — quer em Deus, quer fora d’Ele — aqueles que ainda vivem na Terra ou que estão no Purgatório, e que se encontram ligados a ele por determinada relação.

Por exemplo, o fundador de uma Ordem está a par de tudo o que diz respeito à família religiosa, e sabe das orações que os seus filhos lhe dirigem.

Um pai e uma mãe conhecem as necessidades espirituais dos filhos que ainda vivem na Terra. Um amigo, chegado ao fim da viagem, encontra-se preparado para facilitar a viagem dos amigos que se dirigem a ele.

São Cipriano diz: "Todos aqueles de nós que chegaram à pátria esperam pelos outros, desejam-lhes ardentemente a mesma felicidade, e mostram-se cheios de solicitude para com eles".

(Fonte: Pe. Garrigou-Lagrange, "O Homem e a Eternidade" - Lisboa)

fontr:Orações e milagres medievais

sexta-feira, 11 de março de 2011

Los Santos de hoy viernes 11 de marzo de 2011


Eulogio de Córdoba, Santo
Presbítero y Mártir, 11 de marzo
Constantino de Escocia, San
Rey y Mártir. 11 Marzo
Claudia Russo, Sierva de Dios
Fundadora, 11 Marzo
Sofronio de Jerusalén, Santo
Patriarca, 11 Marzo
Consultar Santoral por orden Alfabético
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NOVENA EM HONRA DE S.JOSÉ

(de 10 a 18 de Março, ou em qualquer outro tempo)

1º dia
São José, Pai Nutrício de Jesus

Amabilíssimo São José, que tivestes a honra de alimentar, educar e abraçar o Messias, a Quem tantos profetas e reis desejaram ver e não viram: obtende-me, com o perdão das minhas culpas, a graça da oração humilde e confiante que tudo alcança de Deus. Acolhei com bondade paternal os pedidos que vos faço nesta Novena ..... e apresentai-os a Jesus que se dignou de obedecer-vos na terra.
Amém.

Para todos os dias


Rogai por nós, São José, Pai Nutrício de Jesus;...
Para que sejamos dignos das promessas de Cristo!

OREMOS: Ó Deus que por uma inefável Providência Vos dignastes escolher o bem-aventurado São José para Esposo de vossa Mãe Santíssima, concedei-nos que aquele mesmo que na terra veneramos como Protetor, mereçamos tê-lo no céu por nosso intercessor. Vós que viveis e reinais por todos os séculos dos séculos. Amém.

2º dia

São José, Esposo da Mãe de Deus

São José, castíssimo Esposo Mãe de Deus e Guarda fiel de sua virgindade: obtende-me por Maria a pureza do corpo e da alma e a vitória em todas as tentações e dificuldades. Recomendo–vos também os esposos cristãos para que unidos com sincero amor e fortalecidos pela graça, se amparem mutuamente nos sofrimentos e tribulações da vida. Amem.

Rogai por nós São José, Esposo da Mãe de Deus;
Para que sejamos... Oremos


3º dia

São José, Chefe da Sagrada Família

Glorioso S. José, que gozastes durante tantos anos da presença e filial afeição de Jesus, a Quem tivestes a dita de alimentar e vestir, juntamente com vossa Santíssima Esposa: eu vos suplico me alcanceis o dom inefável de sempre viver em união com Deus pela graça santificante. Obtende também para os pais cristãos a graça do fiel cumprimento de seus graves deveres de educadores e, aos filhos, o respeito e a obediência segundo o exemplo do Menino Jesus. Amém.

Rogai por nós, São José, Chefe da Sagrada Família;
Para que sejamos... Oremos:

 4º dia

São José, Exemplo de Fidelidade

Fidelíssimo São José, que nos destes tão belo exemplo no fiel cumprimento de vossos deveres de Protetor da Santíssima Virgem e de Pai Nutrício do Redentor: rogo-vos me obtenhais a graça de imitar o vosso exemplo na fidelidade a todos os deveres do meu estado de vida. Ajudai-me a ser fiel nas coisas pequenas para o ser também nas grandes Alcançai essa mesma graça para todos que me são caros nesta vida, a fim de chegarmos a gozar no céu o prêmio prometido aos que forem fiéis até a morte. Amém.

Rogai por nós, São José, Exemplo de Fidelidade;
Para que sejamos... Oremos:

 5º dia

São José, Espelho de Paciência

Bondoso São José, que suportastes com heróica paciência as provações e adversidades na viagem a Belém, na fuga para o Egito e durante a vida oculta em Nazaré e me destes o exemplo de admirável conformidade com a vontade de Deus: obtende-me a virtude da paciência nas dificuldades de cada dia. Alcançai também invencível paciência a todos que suportam pesadas cruzes, a fim de que se unam sempre mais a Jesus, divino modelo de mansidão e paciência. Amém.

Rogai por nós São José, Espelho de Paciência;
Para que sejamos... Oremos:
6º dia

São José, Modelo dos Operários

Humilde São José, que, vivendo em pobreza, dignificastes a vossa profissão pelo trabalho constante e vos sentistes feliz em servir a Jesus e Maria com o fruto de vossos suores: alcançai-me amor ao trabalho, que foi imposto como dever de estado, para que procure cumprir nisto sempre a vontade de Deus. Protegei os lares dos Operários do Brasil contra as influências nefastas dos inimigos de Cristo e da Santa Igreja. Obtende-lhes a graça de santificarem o seu trabalho pela reta intenção em tudo conformados com os desígnios da Divina Providência. Amém.

Rogai por nós, São José, Modelo dos Operários;

Para que sejamos...Oremos:


 7º dia

São José, Protetor da Santa Igreja

Glorioso Patriarca São José, Protetor e Padroeiro da Igreja Universal : obtende-me a graça de amar a Igreja como Mãe e de a honrar como verdadeiro discípulo de Cristo. Rogo-vos que veleis sobre o Seu Corpo Místico, como outrora velastes sobre Jesus e Maria. Protegei o Santo Padre e os Bispos, os Sacerdotes e os Religiosos. Alcançai-lhes santidade de vida e eficácia no apostolado. Guardai a inocência da infância, a castidade da juventude, a honestidade do lar, o ordem e paz da Sociedade. Amém.

Rogai por nós, São José, Protetor da Santa Igreja;
Para que sejamos...Oremos:

 8º dia

São José, Esperança dos Enfermos

Compassivo São José, esperança dos doentes e necessitados: valei-me em todas as enfermidades e tribulações, alcançando-me plena conformidade com os admiráveis desígnios de Deus. Obtende-me também para mim e para todos, pelos quais rezo nesta Novena, a cura das enfermidades espirituais que são as paixões desordenadas, fraquezas, faltas e pecados e protegei-nos contra as tentações do inimigo da nossa salvação. Amém.

Rogai por nós, São José, Esperança dos Enfermos;
Para que sejamos... Oremos:
 9º dia

São José, Padroeiro dos Moribundos

Ditoso São José que, morrendo nos braços de Jesus e Maria, partistes deste mundo ornado de Virtudes e enriquecido de méritos, assisti-me na hora suprema e decisiva da minha vida contra os ataques do poder infernal, obtende-me a graça de morrer confortado com os Santos Sacramentos, necessários para a minha salvação. Tendo compaixão de todos os agonizantes e alcançando-lhes a graça da salvação por intermédio de Maria, vossa Santíssima Esposa. Amém.

Rogai por nós, São José, Padroeiro dos Moribundos;
Para que sejamos... Oremos:

Pode acrescentar-se todos os dias:

ORAÇÃO: Glorioso São José, que fostes exaltado pelo Eterno Pai, obedecido pelo Verbo Encarnado, favorecido pelo Espírito Santo e amado pela Virgem Maria: Louvo e bendigo a Santíssima Trindade pelos privilégios e méritos com que vos enriqueceu. Sois poderosíssimo e jamais se ouviu dizer que alguém tenha recorrido a vós e fosse por vós desamparado.

Sois o Consolador dos aflitos, o amparo dos míseros e o advogado dos pecadores. Acolhei, pois, com bondade paternal a quem vos invoca com filial confiança e alcançai-me as graças que vos peço nesta Novena . . . Eu vos escolho por meu especial Protetor. Sede, depois de Jesus e Maria, minha consolação nesta terra, meu refúgio nas desgraças, meu guia nas incertezas, meu conforto nas tribulações; meu pai solícito em todas as necessidades. Obtende-me finalmente, como coroa dos vossos favores, uma boa e santa morte na graça de Nosso Senhor.Assim seja.

(Retirada da: Novena a São José - Livraria Padre Reus - Porto Alegre)
 
http://asceseemistica.blogspot.com/

quinta-feira, 10 de março de 2011

P. Marco Antonio Foschiatti: Contemplación de San José

 



Santo del silencio interior y la divina contemplación del Misterio Divino
Nadie como él, escogido por el Padre para custodio de sus tesoros el Verbo y la Madre.
Único en responsabilidades, en cercanías, con una meta de servicio envidiable, sin embargo santo de lo incomprensible, de lo desconcertante y de lo impredecible…
Se dejó seducir por el amor de Dios y El lo arrebató de sí mismo, lo separó de su casa y de sus proyectos y le abrió un porvenir de asombro y silencio.
Dios lo envolvió en su Misterio y le quitó seguridades y apegos.
Dios había invitado a José a ser virgen, él aceptó, entonces Dios le presenta una paternidad asombrosa que lo desborda por todos los costados.
Un paternidad que lo sume en su pobreza, alimentar, cuidar al Hijo del Altísimo, ser llamado por todos su padre.
El vivía absorto en un silencio interior poblado de consuelos y Dios lo lleva a convivir con la Palabra, a aprender de ella, a custodiarla, a enseñarle la expresión más certera…
Se le pidió que dejara su casa, su pueblo, su familia y partiera de noche, sin otro bien que el miedo, en noche oscura huyendo para salvar a Dios entre los hombres.
José llevó al Niño Dios entre sus brazos mientras huía de noche.
Que besos no le daría, en sus manos y su rostro, para disimular su mueca de dolor y su espanto.
El que fue columna de nube y fuego para el pueblo, fue llevado en brazos por su padre huyendo en una noche a una tierra extraña.
El, Emmanuel - Salvador, fue salvado por un hombre solitario y silencioso que se entregó a Dios y a su Misterio.
Un hombre fiel que se dejó invadir por el Amor y sus aguas torrenciales lo modelaron en fidelidad, obediencia y servicio.
En los evangelios no hablas, pero tu ejemplo grita, tu escucha y docilidad a los planes de Dios estremece, ni una pregunta, ni una demora, a Egipto, a Nazareth, idas y vueltas, la estabilidad, el trabajo, la seguridad perdida y vuelta a conseguir a fuerza de lucha cotidiana.
En la casa tú, que eres el siervo, eres el que manda y Dios te obedece, tú enseñas a la Sabiduría, tú alimentas a la Providencia, tú defiendes al Guardián de Israel, tú vistes al Dueño de todo lo creado, tú haces sonreír a la Alegría de los ángeles.
Cada día Dios te ata con lazos de una fe que acepta lo incomprensible, que se nutre del Misterio, que espera y se consuela amando.
Tu vida entera trascurre al servicio de la Vida. Nadie sabe de todos tus latidos, de tus tiempos, de tus gustos, de tu fuerza vital, tu vida está escondida en la Vida, en Jesús.
Desde tu entrega generosa fuiste posesión divina y te encontró tan fiel, tan buen servidor. El Dios del Cielo te entregó en custodia sus tesoros y tú te volcaste a cumplir sus deseos cada día…
La Madre te mira con ternura y comparte sonriente tus silencios, Ella a tu lado se sabe protegida, confía plenamente en tu guía… Ella que es el auxilio de todo hombre es auxiliada por un joven silencioso y profundo, de grandes ojos abiertos al amor, a la vida, al servicio.
Santo del silencio interior enséñame a entregarme dócil y fiel, rápida y plenamente a los deseos de Dios. Enséñame a acurrucar al Verbo nacido del silencio del Padre. Santo del sereno abandono, de la confianza en el Amor providente aún en las crudas noches oscuras, enséñame a peregrinar contigo en los caminos del Verbo hecho silencio y llanto en tus brazos.
José, alegría de Jesús y María, haz que el Niño me pueda sonreír.
Nuestro agradecimiento al P. Marco Antonio Foschiatti OP
Noviciado San Martín de Porres- Mar del Plata- Argentina

quarta-feira, 9 de março de 2011

Aujourd’hui, on ne croit plus aux démons : la psychologie moderne les a éliminés. Mais la Bible en parle comme d’une réalité : Jésus en parle constamment, les apôtres également.

 miraclemichelh
 
Au nom du Père, du Fils et du Saint-Esprit.
L’Évangile de ce dimanche nous rapporte la rencontre de Jésus avec les deux possédés dans le pays de Gadara, de l’autre côté du lac de Tibériade, et l’expulsion des démons dans un troupeau de porcs, qui va finalement se jeter dans la mer.
Il est souvent question des démons dans la Bible. La vie de Jésus est un combat contre le diable. Dès le début de son ministère, Il va au désert pour y être tenté et en sortir victorieux. Après cette première défaite, le diable attend son heure, l’heure de la Croix. C ’est pourquoi, dans l’Evangile d’aujourd’hui, les démons s’inquiètent : « pourquoi viens-Tu nous tourmenter avant l’heure ? » Tout au long de sa vie publique, Jésus guérissait les malades et expulsait les démons : c’était le signe que le Royaume de Dieu était proche.
Aujourd’hui, on ne croit plus aux démons : la psychologie moderne les a éliminés. Mais la Bible en parle comme d’une réalité : Jésus en parle constamment, les apôtres également. Par exemple l’apôtre Paul : « Fortifiez-vous dans le Seigneur, et par sa force toute-puissante. Revêtez-vous de toutes les armes de Dieu, afin de pouvoir tenir ferme contre les ruses du diable. Car nous n’avons pas à lutter contre la chair et le sang, mais contre les dominations, contre les autorités, contre les princes de ce monde de ténèbres, contre les esprits méchants dans les lieux célestes. » (Eph. 6, 10-12)
Il existe donc des esprits mauvais, ce sont des êtres créés, mystérieux, qu’on ne voit pas, parce qu’ils sont incorporels, mais qui sont agissants, qui ont une volonté : leur dessein est de nous détourner de Dieu. Dans la parabole du semeur, Jésus nous dit que Satan vient enlever la parole semée dans le cœur, pour que ceux qui l’ont entendue ne croient pas et ne soient pas sauvés (Luc 8, 12).
Les Pères, dans leur enseignement sur la prière, en parlent également beaucoup. Il convient d’en tenir compte dans notre vie spirituelle.
Mais qui sont les démons, d’où viennent-ils et comment agissent-ils ? Ecoutons ce que disait à ses disciples un Père particulièrement expérimenté, saint Antoine le Grand, au 4e siècle en Egypte, dans un discours rapporté par saint Athanase d’Alexandrie :
« Nous savons que les démons n’ont pas été créés démons. Dieu n’a rien fait de mauvais. Eux aussi furent créés bons mais, déchus de la sagesse céleste, précipités sur la terre, ils égarèrent les gentils par des fictions. Ils nous portent envie à nous, les chrétiens, et remuent tout pour nous fermer l’accès du ciel pour que nous ne montions pas là d’où ils sont déchus. C’est pourquoi il faut beaucoup de prières et d’ascèse pour pouvoir, par le charisme du discernement des esprits, connaître ce qui les concerne. (…). Nombreuses sont, en effet, leurs fourberies et leurs manœuvres insidieuses. Le bienheureux apôtre et ses coopérateurs le savaient bien, qui disaient : Nous n’ignorons pas ses desseins. »
Saint Antoine cite ici une épitre de saint Paul dans laquelle il apparaît que le fait de pardonner est une victoire sur Satan : « Or, à qui vous pardonnez, je pardonne aussi ; et ce que j’ai pardonné, si j’ai pardonné quelque chose, c’est à cause de vous, en présence du Christ, afin de ne pas laisser à Satan l’avantage sur nous, car nous n’ignorons pas ses desseins. (2 Cor. 2, 10-11)
Ignorer le jeu des démons, c’est se priver d’un moyen de discernement pour se voir soi-même. Car ce que nous prenons pour nous-mêmes (notre personnalité, nos pensées, nos opinions, nos qualités, nos défauts…) n’est en réalité que la cohabitation de beaucoup de choses hétérogènes. Nos pensées, par exemple, d’où viennent-elles, comment naissent-elles en nous et vers quoi nous orientent-elles ? Nous nous identifions à elles, mais elles viennent d’ailleurs. Nous sommes, à notre insu, le jeu de forces, de puissances par rapport auxquelles nous avons à nous déterminer et contre lesquelles nous avons éventuellement à lutter. Le problème, c’est que nous croyons agir librement, alors que nous sommes leur jouet.
Prendre l’action des démons en considération permet de prendre du recul par rapport à eux, de les resituer à l’extérieur et d’exercer une vigilance afin de ne pas faire leur jeu et d’être capables de les repousser. C’est rendre leur action objective.
Les démons sont multiples : nous avons entendu aujourd’hui qu’étant sortis en grand nombre des deux démoniaques, ils sont envoyés dans un troupeau de porcs. Ailleurs, le Seigneur nous dit que lorsque l’esprit impur est sorti d’un homme, il peut revenir avec sept autres esprits plus mauvais que lui (Matth. 12, 43-45).
Pour nous détourner de Dieu, ils agissent de diverses manières. Voici par exemple ce que dit saint Jean Climaque dans son traité l’Echelle sainte :
« Dans toutes les actions que nous faisons, les démons nous creusent trois précipices : ils s’efforcent d’abord de nous empêcher de faire le bien ; en second lieu, s’ils échouent, ils essayent de faire que le bien ne soit pas selon Dieu. Mais quand ils ont échoué même en cela, ces larrons se présentent doucement à notre âme et nous félicitent de vivre en tout selon Dieu. »
En dernier ressort, c’est donc par l’orgueil qu’ils tentent de nous posséder.
On peut regrouper leurs actions dans les grandes catégories suivantes :
- Les appétits et convoitises diverses : les démons nous persuadent que ce que nous désirons est bon pour nous, que nous en avons besoin.
- L’exaltation de l’égo : l’orgueil, la vanité, l’autosatisfaction, la rancune, l’amertume (qui vient de l’égo blessé)… Le démon tente de nous persuader de nous identifier avec notre égo.
- La curiosité.
A ce sujet, je voudrais lire un passage du discours de saint Antoine sur la vanité des prédictions des démons :
« Si donc ils font semblant de prédire l’avenir, que personne n’en fasse cas. Souvent, en effet, ils annoncent plusieurs jours à l’avance l’arrivée de frères, et ceux-ci viennent à point nommé. Ils ne font pas cela par égard pour ceux qui les écoutent, mais pour les persuader de se fier à eux, et, les ayant alors sous la main, ils les perdront. Il ne faut donc pas faire cas d’eux, mais les chasser, même quand ils prédisent des choses futures, car nous n’avons pas besoin d’eux. Quoi d’étonnant qu’ayant des corps plus légers que les hommes, et les voyant se mettre en route, ils les précèdent à la course et les annoncent, comme un cavalier annonce en le précédant celui qui chemine à pied ? Il n’y a pas lieu de les admirer en cela. Ils ne connaissent pas ce qui n’existe pas encore. Il n’y a que Dieu qui connaisse toutes choses avant qu’elles soient (Daniel 13, 42). Eux, ils annoncent ce qu’ils voient, courant devant comme des voleurs. (…) Mais souvent, les voyageurs étant revenus sur leurs pas, il se trouve que les démons se sont trompés.
De même aussi sur les eaux du fleuve (il s’agit du Nil), ils bavardent à tort et à travers. Ayant constaté des pluies abondantes dans les régions de l’Éthiopie, et voyant que c’est la cause de la crue du fleuve, avant que l’eau arrive en Égypte, ils courent devant et le disent. Des hommes le diraient aussi bien, s’ils pouvaient courir comme eux. De même que le veilleur de David (2 Rois 18, 24), monté sur un lieu élevé, voit venir plus facilement un homme que celui qui se tient en bas, de même que le coureur annonce à d’autres, non ce qui n’existe pas, mais les choses déjà en voie et en train de se faire, ainsi eux entreprennent d’annoncer et de signaler aux autres des choses futures, mais c’est à seule fin de les tromper. Si donc la Providence , entre-temps, dispose quelque chose au sujet des eaux et des voyageurs, comme elle en a le pouvoir, les démons ont menti, et ceux qui les ont crus ont été trompés. (…)
Aussi bien, lorsqu’ils disent la vérité, qu’on ne les admire pas tellement. Les médecins aussi, ayant l’expérience des malades, ayant vu la même maladie chez plusieurs, prédisent souvent par conjecture en vertu de l’habitude. Et les pilotes et les agriculteurs, en vertu de l’habitude, considérant l’état de la température, prédisent la tempête ou le beau temps. On ne dira pas pour autant qu’ils prédisent par inspiration divine, mais par expérience et habitude. Lors donc que les démons parlent par conjecture, qu’on ne les admire pas, qu’on n’y fasse pas attention. Quelle utilité y a-t-il d’apprendre d’eux les choses futures quelques jours avant qu’elles aient lieu ? Quel besoin de les savoir, même s’ils peuvent vraiment les connaître ? Ce n’est en rien un instrument de vertu ni de bonnes mœurs, que cette connaissance. Nul d’entre nous n’est jugé pour ne pas savoir ces choses, et nul ne devient bienheureux pour les avoir apprises et les savoir. Mais chacun est jugé sur ces points : a-t-il conservé la foi, et fidèlement gardé les commandements ?
Il ne faut donc pas faire grand cas de ces choses, ni s’exercer et peiner pour cela, mais pour plaire à Dieu par une vie bonne. Il ne faut pas prier pour prévoir l’avenir, ni désirer cela comme récompense de l’ascèse, mais pour que le Seigneur nous aide à vaincre le diable. »
Au-delà de la prédiction du futur, et du rôle d’informateur des démons (mêlant le vrai et le faux pour nous tromper), retenons de ce discours d’Antoine (qui ne manque pas d’humour) ce qui concerne notre désir de savoir, qui vient peut-être d’un désir légitime de connaissance, mais qui peut aussi faire le jeu des démons. Vouloir tout savoir, avoir les dernières informations, pour tout maîtriser, peut-être pour juger, cela peut être nuisible et nous éloigner du salut.
Mais il faut savoir que le pouvoir des démons est limité, surtout depuis la mort et la Résurrection du Christ. Les démons n’agissent que par permission divine. C’est par permission divine que Satan a pu éprouver Job (Job 1, 9-12). Les démons n’ont pas même de pouvoir sur des porcs. Il est écrit dans l’Évangile qu’ils priaient le Seigneur : « Permets que nous passions dans les porcs » (Math. 8, 31). Cette demande, que Jésus leur accorde, va d’ailleurs finalement causer leur perte. S’ils n’ont pas de pouvoir sur les porcs, à bien plus forte raison n’en ont-ils pas contre l’homme fait à l’image de Dieu.
Écoutons encore, en guise de conclusion, ce que dit saint Antoine :
« C’est donc Dieu seul qu’il faut craindre : eux, il faut les mépriser et ne les craindre en rien. Plus ils font de ces choses, plus nous devons pratiquer notre ascèse contre eux. C’est une arme puissante contre eux que la vie droite et la foi en Dieu. »
Saint Paul, dans la suite du passage déjà cité de l’épître aux Ephésiens, décrit également les armes à notre disposition : « C’est pourquoi, prenez toutes les armes de Dieu, afin de pouvoir résister dans le mauvais jour, et tenir ferme après avoir tout surmonté. Tenez donc ferme : ayez à vos reins la vérité pour ceinture ; revêtez la cuirasse de la justice ; mettez pour chaussure à vos pieds le zèle que donne l’Evangile de paix ; prenez par-dessus tout cela le bouclier de la foi, avec lequel vous pourrez éteindre tous les traits enflammés du malin ; prenez aussi le casque du salut, et l’épée de l’Esprit, qui est la parole de Dieu. Faites en tout temps par l’Esprit toutes sortes de prières et de supplications. Veillez à cela avec une entière persévérance, et priez pour tous les saints. » (Eph. 6, 13-18)
Notre meilleure arme, c’est la prière. Notre unique défenseur, c’est le Christ, Lui qui seul est vainqueur de tout mal.
Amen.
http://www.religion-orthodoxe.com/article-priere-orthodoxe-contre-les-demons-monseigneur-didier-antioche