Laureano
Benítez Grande-Caballero
ed.
Desclée de Brouwer, 2010
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Resumen del
libro
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Índice
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Resumen de
la obra
Orar con… las oraciones de
los santos es una obra que
pretende ofrecer nuevas perspectivas para la oración cristiana. Consiste en una
antología de oraciones escritas por santos cuyo objetivo es facilitar, potenciar
y animar la vida de oración, proporcionando palabras, ideas y fórmulas que
ayuden a “inflamar” el corazón de quien sea aventura por los caminos de la
interioridad con Dios. Se trata, pues, de unas oraciones seleccionadas para
inspirar nuestras plegarias, para contribuir a dotar de sentimiento nuestro
diálogo con Dios, combatiendo así las arideces y sequedades tan conocidas por
todos los orantes.
Así pues, no estamos ante un devocionario
tradicional. Los textos que presentamos en esta antología tienen en común su
fuerte contenido místico, que los hace especialmente aptos para la intimidad con
Dios. La mayoría de ellos son exclamaciones amorosas con las que los santos
vivieron y expresaron una intensa relación afectiva con Dios, la cual tuvo tal
calidad, que les llevó a la santidad, pues no hay duda de que, si los santos
fueron santos, esto se debió, en primer lugar, a una vida de oración “especial”
que les llevó muy lejos y muy profundo en la intimidad con Dios. Por esta razón,
estas oraciones, además de una calidad espiritual innegable, tienen una enorme
credibilidad a la hora de guiar nuestra vida de oración.
Estas plegarias conforman un rico patrimonio
espiritual no suficientemente conocido por los cristianos, y que precisamente
ahora nos es más necesario que nunca, pues en la vida ajetreada que caracteriza
nuestros tiempos, donde es difícil encontrar el tiempo y la tranquilidad
necesarias para orar, estas oraciones nos ofrecen un camino ya hecho, unas
fórmulas que facilitan nuestra oración, algo así como una oración “precocinada”
que nos favorece un contacto rápido con Dios, ayudando a superar la falta de
tiempo y el estrés que tanto dificultan la oración.
Así pues, estamos ante una obra para ser rezada, más
que leída. Junto con las obras “Orar con
la vida de los santos” y “Orar con la palabra de los santos”,
publicadas también en Desclée de
Brouwer, esta obra es parte de un proyecto de divulgación que tiene como fin
transmitir un rico legado de espiritualidad creado por esas personas a las que
la tradición consideró como santos.
Las
oraciones recogidas en el libro están ordenadas temáticamente en 9
capítulos: Misericordia, Señor (oraciones de
perdón); Señor, sálvanos (oraciones
de intercesión); Mi Dios y mi todo;
Jesús es dulzura y amor; El Sagrado Corazón de Jesús; Adoro te devote (oraciones ante el
Santísimo Sacramento); Quédate, Señor,
conmigo (oraciones para la Comunión); Al pie de la cruz (oraciones de la
Pasión); Pase de mí este cáliz
(oraciones en la tribulación); La Reina
del cielo (oraciones a María)
Laureano Benítez
Grande-Caballero es licenciado en Filosofía y Letras. Ha publicado 17 obras,
entre las que destacan: Orar con el Padre
Pío, Orar con la vida de los
santos, Orar con la palabra de los
santos, El arca de la sabiduría,
Luz en el santuario, El corazón dorado, El sufrimiento: un camino
a la plenitud, y Cuentos cristianos.
Introducción
1.- Misericordia, Señor (oraciones de perdón)
2.-Señor, sálvanos (oraciones de intercesión)
3.- Mi Dios y mi todo
4.- Jesús es dulzura y amor
5.- El Sagrado Corazón de Jesús
6.- Adoro te devote (oraciones ante el Santísimo
Sacramento)
7.- Quédate, Señor, conmigo (oraciones para la
Comunión)
8.- Al pie de la cruz (oraciones de la Pasión)
9.- Pase de mí este cáliz (oraciones en la
tribulación)
10.- La Reina del cielo (oraciones a
María)
Capítulo
4 -
JESÚS ES DULZURA Y AMOR
Jesús es
dulzura y amor (SAN
AGUSTÍN)
¡Oh Salvador mío, fuente
inagotable de dulzura y de bondad! Que no piense yo más que en Ti. Cuando al
mismo tiempo que a Ti se ama cualquiera otra cosa, ya no se Te ama con verdadero
amor. ¡Oh, amor lleno de dulzura, dulzura llena de amor, amor exento de penas y
seguido de infinidad de placeres; amor tan puro y tan sincero que subsiste en
todos los siglos; amor cuyo ardor no hay cosa que pueda apagar ni entibiar!
¡Jesús, mi adorable Salvador, cuyas bondades y dulzuras son incomparables! Que
yo me abrase en tus divinas llamas, de suerte que no sienta ya más que aquellos
torrentes de dulzuras, de placeres, de delicias y de alegría, de aquella
perfecta paz que solamente en Ti se encuentra; que yo me abrase en las llamas de
aquel amor, ¡oh, Dios mío!, con todo el afecto de mi corazón y de mi
alma.
Descúbrete a mí (SAN
AGUSTÍN)
Descúbrete a mí, Señor, y deja
que te vea, luz de mis ojos. Ven, alegría de mi espíritu,
dulce Dios y Señor mío. Quiero abrazarte, tenerte en medio de mi corazón; quiero
amarte, dulzura de mi alma, fortaleza mía, esperanza en todas mis tribulaciones;
abre mis oídos para que yo pueda escuchar tu voz; alumbra mis ojos con tu luz,
envía como un relámpago tu resplandor; dame un corazón que siempre piense en Ti,
que siempre te ame; dame una memoria que siempre te recuerde, un entendimiento
que te comprenda; un pensamiento que siempre esté unido a Ti.
Permanece siempre cerca de mi
alma, cerca de mi corazón, porque estoy enfermo de amor por Ti, porque sin Ti
muero. Mi alma te desea con ansia. No apartes de mí tu rostro. ¿En dónde te
escondes, Señor mío? Jesús mío, entra en mi alma, y dale tu dulzura; luz eterna,
ilumina mi alma.
Oración de San
Agustín
Señor Jesús, que me conozca a mí,
y que te conozca a Ti,
Que no desee otra cosa sino a Ti.
Que todo lo haga siempre por Ti.
Que me humille y que te exalte a Ti.
Que no piense nada más que en Ti.
Que me mortifique, para vivir en Ti.
Que acepte todo como venido de Ti.
Que renuncie a lo mío y te siga sólo a Ti.
Que siempre escoja seguirte a Ti.
Que huya de mí y me refugie en Ti.
Que me tema a mí y tema ofenderte a Ti.
Que sea contado entre los elegidos por Ti.
Que desconfíe de mí y ponga toda mi confianza en Ti.
Que obedezca a otros por amor a Ti.
Que a nada dé importancia, sino tan sólo a Ti.
Que quiera ser pobre por amor a Ti.
Mírame, para que sólo te ame a Ti.
Llámame, para que sólo te busque a Ti.
Y concédeme la gracia de estar siempre contigo. Amén.
Que no desee otra cosa sino a Ti.
Que todo lo haga siempre por Ti.
Que me humille y que te exalte a Ti.
Que no piense nada más que en Ti.
Que me mortifique, para vivir en Ti.
Que acepte todo como venido de Ti.
Que renuncie a lo mío y te siga sólo a Ti.
Que siempre escoja seguirte a Ti.
Que huya de mí y me refugie en Ti.
Que me tema a mí y tema ofenderte a Ti.
Que sea contado entre los elegidos por Ti.
Que desconfíe de mí y ponga toda mi confianza en Ti.
Que obedezca a otros por amor a Ti.
Que a nada dé importancia, sino tan sólo a Ti.
Que quiera ser pobre por amor a Ti.
Mírame, para que sólo te ame a Ti.
Llámame, para que sólo te busque a Ti.
Y concédeme la gracia de estar siempre contigo. Amén.
El sendero del amor hermoso (inspirado en SANTA GERTRUDIS)
Jesús mío, eres la aparición
viviente del amor infinito de mi Dios, el mismo amor de Dios humanizado. Elévame
con el poder de tu amor hasta las alturas de tu divinidad, sé mi camino hacia la
Trinidad, prepárame el sendero que lleva hacia Ti, el sendero del amor hermoso,
para que pueda llegar hasta aquellas alturas donde reinas, en la majestad
soberana de tu divina esencia.
Mientras espero ese día,
guárdame en este valle de lágrimas a la sombra de tu caridad, dentro de tu
amante Corazón. Y después de la larga duración de este destierro, preservado de
toda mancha, condúceme y hazme entrar dentro de tu santuario. Allí me saciarás
con las aguas que brotan de tu divina ternura; allí me saciarás en el gozo de tu
amor tan dulce; aquí descansaré eternamente en las delicias de tu Corazón; allí
te veré, finalmente, cara a cara.
Úneme a
Ti (FRAY TOMÁS DE
KEMPIS)
¡Oh Jesús!,
ilumíname con la claridad de tu luz interior, y disipa todas las tinieblas que
envuelven la morada de mi corazón. Aparta de mi mente las múltiples
distracciones que la turban, y vence, estallándolas en Ti, las tentaciones que
me causan violencia.
Lucha por mí con la
fuerza de tu brazo poderoso; envía tu luz y tu verdad para que resplandezcan
sobre mí; derrama de lo alto tu gracia; baña mi corazón con tu rocío celestial;
levanta mi espíritu agobiado por mis pecados; orienta todos mis afanes y anhelos
a las cosas del cielo; arrebátame y líbrame del consuelo momentáneo que puedan
brindarme las criaturas, porque ninguna cosa creada es capaz de consolarme y
saciar plenamente mis ansias de Ti.
Presérvame de las
muchas solicitudes de esta vida, para que no me vea agobiado por ellas; ampárame
en los muchos escollos con que tropieza mi alma, para que las aflicciones no me
hagan víctima del desánimo.
Dame, te suplico,
fortaleza para resistir al mundo, paciencia para no desfallecer, y constancia
para perseverar. Concédeme a cambio de todos los consuelos de este mundo la
suave unción de tu Espíritu.
Úneme a Ti con el
acto indestructible de un amor eterno, porque sólo Tú bastas a quien te
ama.
Mi Dios y
mi todo (FRAY
TOMAS DE KEMPIS)
¡Oh, mi Dios y mi todo! Todo es agradable en tu
presencia, todo fastidioso en tu ausencia.
¡Oh, luz perpetua! Envía un
resplandor de lo alto que penetre todo lo secreto de mi corazón; purifica,
alegra, clarifica y vivifica mi espíritu y sus potencias, para que pueda unirme
a Ti.
¿Cuándo vendrá aquella feliz y
deseada hora en que me sacies con tu presencia y seas mi todo en todas las
cosas? Tú que dominas el poder del mar y aplacas el empuje de sus ondas,
levántate y ayúdame, porque no tengo otra esperanza ni otro refugio sino Tú,
señor Dios mío.
Consuela mi destierro y mitiga mi
dolor, por Ti suspira todo mi deseo. Recoge en Ti todos mis sentidos, ven a mí,
celeste suavidad, y que se desvanezca toda impureza delante de Ti.
Tú eres el blanco de todos mis
deseos, y por eso no cesaré de orar, gemir y clamar en pos de Ti. Tú eres mi
esperanza y mi confianza. A Ti abandono todas mis tribulaciones y angustias; a
Ti, señor, levanto mis ojos, en Ti confío, Dios de misericordia. Bendice mi alma
para que sea tu morada, mírame según la grandeza de tu bondad y oye la oración
de tu siervo, desterrado en la región de las sombras y de la muerte.
Acuérdate, Señor, que soy nada,
nada tengo y nada valgo. Acuérdate de tus misericordias, y llena mi corazón de
tu gracia. No me vuelvas la espalda, no dilates tu visita, no desvíes tu
consuelo, porque quedará mi alma a tus ojos como tierra sin agua. Visítame,
Señor, instrúyeme en los secretos de tu ley, para que crezca en tu amor, para
que aprenda a gustar interiormente cuán suave es amar y derretirse y anegarse en
tu amor.
Sea yo cautivo de tu amor, cante
yo cánticos de amor. Verdaderamente es inefable la dulzura de tu contemplación,
con la que regalas a los que te aman. ¿Quién me dará alas de verdadera libertad
para volar y descansar en Ti? ¿Cuándo me será concedido reposar en Ti por
completo, y ver cuán suave eres, Dios mío?
Descanso en
Jesús (FRAY TOMÁS DE
KEMPIS)
Concédeme, dulce Jesús,
descansar en Ti por encima de toda criatura, es decir, sobre toda salud y
belleza, sobre toda gloria y honor, sobre todo poder y dignidad, sobre toda
ciencia y sabiduría, sobre toda riqueza, sobre toda alegría y exaltación, sobre
toda fama y alabanza, sobre toda suavidad y consuelo, sobre todo mérito y deseo,
sobre todos los dones y gracias que puedas darme e infundirme, sobre todo goce y
dulzura que mi espíritu pueda saborear y sentir... en suma, sobre todo lo que no
eres Tú, Dios mío, porque Tú, Señor, eres bueno sobre todas las cosas, y en Ti
están simultánea y perfectamente todos los bienes reales y
posibles.
¿Cuándo será que me recoja
enteramente en Ti, hasta que, absorto en tu amor, no me sienta ya a mí mismo,
sino sólo a Ti, sobre todo sentido y medida, con esa unión inefable que tan
pocas almas conocen?
¡Oh, Jesús, resplandor de la
gloria eterna y refugio del alma que peregrina en este mundo!, ¿hasta cuándo vas
a demorar tu venida, Señor? Ven a mí, posa tu mano sobre mí, y líbrame de todas
mis angustias.
Ten misericordia de mí
(SANTA CATALINA DE SIENA)
Alta, eterna Trinidad, Amor
inestimable: te manifiestas a nosotros, a Ti y a tu Verdad, por medio de la
sangre de Cristo. Con esa sangre limpia mis pecados, y muéstrame tu sabiduría;
con esa sangre muéstrame también tu amor y tu caridad, pues con el fuego de tu
amor me redimiste.
Amor mío, no me dejes morir de
hambre. Tú me ves en cada momento, nada puedo esconder a tu mirada, porque nada
se te oculta. Ten misericordia de mí. Dulce amor, concédeme la gracia de
revestirme de Ti. No mires mis pecados, y
purifica mi alma por tu clemencia. Quema con el fuego del espíritu y
arranca de raíz los obstáculos que pongo a tu amor, para que abandone las
vanidades de este mundo y te siga
solamente a Ti.
Con tu luz arroja de mi alma
las tinieblas, quita de ella el amor propio infundiéndome el fuego de tu
caridad; haz libre mi corazón, cierra mi memoria a las miserias del mundo y a
los vanos deleites; cierra mi voluntad de modo que te ame a Ti por encima de
todas las cosas, y a éstas en
conformidad con tu voluntad, para que sólo desee seguirte.
¡Oh Verdad eterna! Eres
perfume sobre todo perfume, generosidad sobre toda generosidad, piedad sobre
toda piedad, justicia sobre toda justicia. Ayúdame a desearte, buscarte y
servirte. Envía el rocío de tu luz sobrenatural a mi alma, para que produzca
frutos de vida, dándome paz y quietud. Ten misericordia de mí.
Inflama mi corazón (SANTA CATALINA
DE SIENA)
¡Oh, fuego que siempre ardes!:
inflama mi corazón para que, a donde quiera que se vuelva, en la más mínima
cosa, encuentre tu grandeza. Con tu fuego, Tú, suma y eterna pureza, quisiste
quedarte para nosotros como comida. Despójame del hombre viejo y con la luz de
la fe haz que me vea en Ti y que me vista con tu eterna voluntad.
Tú, Padre eterno, nos das el
manjar del Cordero de tu Hijo, comida que me alimenta y fortalece mientras soy
peregrino en esta vida.
¡Oh, dulce Señor! (SAN ANSELMO)
Señor Jesucristo, mi
misericordia y mi salvación, te alabo y te doy gracias. Eres la esperanza de mi
corazón, la fuerza de mi alma, el auxilio de mi debilidad. Que tu bondad
poderosa complete todo lo que mi tibieza y mis limitaciones no pueden hacer. Mi
vida, el fin de mi destino es amarte.
¡Oh, dulce Señor!, cambia mi
tibieza contigo en un ferviente amor; sé mi sostén. Tengo hambre y sed de Ti; yo
te deseo, yo suspiro por Ti, yo anhelo ardientemente por Ti. Me acuerdo de Ti, y
espero tu llegada como mi único consuelo, y ardo en deseos de contemplar la
gloria de tu rostro.
Dulce Jesús, ¿cuándo me
consolarás? Eres Tú al que yo quiero, al que espero y a quien busco. Ten piedad
de mí, muéstrame tu rostro y seré salvo. Hazme conocer tu presencia y mi deseo
será cumplido. Descúbreme tu gloria y mi alegría será perfecta. Mi alma tiene
sed de Ti, fuente de agua viva. ¿Cuándo seré embriagado con la abundancia de tu
casa, tras la cual suspiro? ¿Cuándo beberé en el torrente de tu placer, del que
tengo sed? No tardarás, porque me amas, y eres mi gloria por los siglos de los
siglos.
Véante mis ojos (SANTA TERESA
DE JESÚS)
Véante mis ojos,
dulce Jesús bueno;
véante mis ojos,
muérame yo luego.
Vea quien quisiere
rosas y jazmines
que, si yo te viere,
veré mil jardines.
Flor de serafines,
Jesús Nazareno,
véante mis ojos,
muérame yo luego.
No quiero contentos,
mi Jesús ausente,
que todo es tormento
a quien esto siente.
Sólo me sustente
tu amor y deseo.
Véante mis ojos,
muérame yo luego.
Ven, dueño querido,
rey de mis amores,
que ya han florecido
del huerto las flores.
Ya de mil colores
guirnaldas ha hecho.
Véante mis ojos,
muérame yo luego.
Inflamadas aspiraciones (atribuida a
SAN PEDRO DE ALCÁNTARA)
¡Oh dulce Jesús mío! Concédeme
la gracia de amarte con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis
fuerzas, y con los más íntimos sentimientos de todo mi ser; de amarte tanto como
Tú quieres ser amado por mí.
¡Oh única esperanza y refugio
mío, única gloria y consolación mía! ¡Oh mi mejor, mi más íntimo Amigo! ¡Oh
Esposo suave y bondadoso de mi alma! Ven, Jesús mío, y prepárate en mí una
silenciosa morada, para que en ella habites según tus promesas. Mata en mí todo
lo que te desagrada y fórmame según el modelo de tu amable Corazón. Traspasa lo
más íntimo de mi alma con tu santo temor, hiere mi corazón con el dardo de tu
caridad.
¿Cuándo será que en todo te
agrade perfectamente? ¿Cuándo apartaré lejos de mí todo lo que es contrario a
Ti? ¿Cuándo te amaré con el más abrasado amor? ¿Cuándo me abrasarás
completamente hasta consumirme con llamas de tu amor? ¿Cuándo tendrás a bien
descubrirme tus riquezas y a Ti mismo con ellas para remediar mi pobreza y mi
necesidad? ¿Cuándo me unirás perfectamente contigo mismo y en Ti me
transformarás de tal modo que jamás pueda ser separado de Ti? ¿Cuándo alejarás
de mí todo lo que me impide llegar a ser un espíritu contigo?
¡Oh querido de mi alma, oh
dulce gozo del corazón, Jesús mío!, óyeme, no por mis merecimientos, sino por tu
inagotable bondad para conmigo. Instrúyeme, ilumíname, dirígeme, ayúdame en
todos mis caminos, para que jamás diga ni haga cosa que no sea agradable a tus
ojos. Ojalá fuese yo dueño de todo el amor de todas las criaturas juntas para
amarte más. ¡Oh Jesús, haz que yo te ame!
Haz de mí lo
que quieras (SAN JUAN
EUDES)
¡Oh Jesús, todo amable y todo
deseable!, enciende en mi alma una sed tal ardiente y un hambre tan viva de tu
santo amor, que sea para mí un continuo
martirio el no poderte amar bastante; y que nada me pueda afligir en este mundo
sino el verme pobre de tu amor.
Te ofrezco todas las potencias
de mi alma, todos los sentidos y miembros de mi cuerpo, mi corazón y todo lo más
íntimo de mi ser, sacrificándome todo entero a tu adorable voluntad, a fin de
que ésta obra en mí todo lo que te sea más agradable.
No quiero la vista sino para
mirar lo que Tú quieres que mires; ni el oído sino para oír tu divina palabra y
obedecerla puntualmente. Lo único que deseo con todas mis fuerzas es agradarte
en todo. Haz de mí lo que quieras. Me entrego por completo en tus
manos.
El nuevo
corazón (LANSPERGIO)
¡Oh Jesús, enteramente amable!
¿Cuándo me quitarás mi corazón manchado y me darás el tuyo? ¿Cuándo estará mi
corazón perfumado con la fragancia de tus virtudes, del todo inflamado en el
amor de las cosas celestiales? Encierra mi corazón dentro del tuyo, permanece en
él sólo Tú, sé su único dueño: que mi corazón sea ennoblecido y hermoseado con
la nobleza del tuyo. Imprime, por favor, en mi corazón todas las llagas de tu
Corazón herido, para que lea en él, sin cesar, el inmenso amor de tu Corazón
hacia mí y sus vivos dolores.
Dame la gracia de arrojar de
mi corazón todo lo que pueda impedir o perturbar en mi alma tus divinas
operaciones. Haz que se una mi corazón con el tuyo y mi voluntad con tu
voluntad, para que nunca quiera ni pueda querer otra cosa que lo que Tú quieres
y a Ti te agrada. Quiero amarte, dulce Jesús, con todo mi corazón, en todas las
cosas y sobre todas las cosas.
Dame un corazón nuevo
(LANSPERGIO)
Te ruego, dulce Jesús, que me des un corazón
estable, que no se separe de Ti por ninguna divagación; un corazón recto, que no
se tuerza por ninguna tentación; un corazón sencillo, que no se distraiga por
ningún pensamiento curioso.
Dame un corazón limpio y nuevo, un corazón según tu
Corazón, que sea siempre el objeto de tus complacencias y donde siempre te guste
habitar. Dulce Jesús, si no quieres reformar mi corazón, quítalo de mi pecho y
dame en cambio tu Corazón.
Llámame hacia Ti y levanta a las cosas celestiales
mi corazón; absorbe mi alma entera en el abismo sin fondo de tu divinidad;
señálame ya en esta vida con el anillo de tu gracia y júntame contigo con el
vínculo indisoluble de tu caridad.
La nueva Betania (BEATA ISABEL DE LA TRINIDAD)
Que mi vida sea una oración
continua, un largo acto de amor. Que nada pueda distraerme de Ti, ni las
ocupaciones ni las distracciones (…). Te ofrezco la celda de mi corazón, que sea
tu pequeña Betania; ven a descansar ahí, te quiero tanto… Acepto de antemano
todos los sacrificios, todas las pruebas, porque deseo ser santa contigo y para
Ti, pero siento mi impotencia. Sé Tú mi santidad.
No son tus dones y tus
consuelos lo que busco: eres Tú, sólo Tú. Sostenme siempre, apodérate de mí más
y más, hasta que todo en mí te pertenezca.
Tú estás conmigo, y contigo lo
puedo todo. Quiero perderme en Ti, desaparecer en Ti, por eso me entrego y me
abandono a Ti, pues confío enteramente en Ti. Dispón todas mis cosas según tu
beneplácito, yo no quiero más que lo que Tú quieras de mí. Sólo te pido una
cosa: amarte con toda mi alma, con un amor verdadero y generoso.
Maestro mío, soy tuya: tómame
toda entera.
Te doy mi corazón (BEATA ISABEL DE LA TRINIDAD)
Jesús mío, Tú me has colmado de regalos, y yo ¿qué puedo
darte? Muy pocas cosas, y ese poco también es don tuyo. Al menos te doy un
corazón que te ama, un corazón que quiere acompañarte en tus sufrimientos, un
corazón que no vive más que para Ti, que no aspira más que a darse del todo a tu
Amor. ¡Mi rey y mi vida!: sostenme siempre en este camino que he tomado como mi
herencia, porque sin Ti no soy nada.
Hazme mártir de tu amor, y que
ese martirio me haga morir. Quítame la libertad de disgustarte, que nunca cometa
ni la más ligera ofensa. Rompe, arranca de mi corazón todo lo que te disguste.
Quiero cumplir siempre tu voluntad, responder siempre a tu
gracia.
Jesús, quiero ser santa para
Ti. Que cada latido de mi corazón sea un grito de reconocimiento y de
amor.
La nueva encarnación (inspirado en
la beata ISABEL DE LA TRINIDAD)
¡Oh Jesús mío, que has descendido hasta nuestra
humanidad para llevarnos hasta las alturas de tu divinidad! ¡Oh Jesús mío, que
te has hecho mi camino! Llegue yo por Ti y contigo hasta la Trinidad.
¡Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro! Ayúdame a
olvidarme enteramente de mí para establecerme en Ti inmóvil y tranquilo, como si
mi alma habitara ya en la feliz eternidad. Que nada pueda perturbar mi paz ni
hacerme salir de Ti, sino que en cada momento me introduzca más y más adentro en
las profundidades de tu misterio.
Pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo, tu amada
morada y el lugar de descanso en el que nunca te deje solo, sino que esté
siempre contigo todo entero, todo despierto en viva fe, en profunda adoración,
en abrasado amor.
¡Oh mi Cristo amado, crucificado por mi amor! Deseo
cubrirte de gloria, amarte hasta morir, pero siento mi impotencia y Te pido que
me revistas de Ti mismo, que identifiques mi alma con todos los movimientos de tu alma Santa, que me sumerja
en Ti, que me invadas, que te sustituyas en mí, para que mi vida no sea más que
un resplandor de tu vida. Introdúceme muy dentro de tu compasivo Corazón.
Quiero pasar mi vida entera escuchándote, para
aprenderlo todo de Ti. Después, a través de todas las noches, de todas las
soledades, de todas las impotencias, quiero fijarme siempre en Ti y permanecer
bajo tu luz. ¡Oh mi Astro divino, mi Astro amado, fascíname de modo que jamás
pueda salir de tu irradiación.
¡Oh fuego consumidor, Espíritu de amor! Ven a mí y
produce en mi alma una nueva encarnación del Verbo. Que sea yo para Ti una nueva
humanidad suplementaria, en la cual renueves todos tus misterios de amor y
misericordia.
Corazón amante, Santuario de la Trinidad, mi Todo,
mi Felicidad, mi Soledad Infinita, mi inmensidad sublime donde me pierdo: yo me
entrego a Ti como una presa; arrebátame hacia Ti, llévame a contemplar en tu luz
el abismo de tus grandezas.
Soy
feliz (SANTA TERESA DE LOS
ANDES)
¡Qué feliz soy! He sido cautivada por Ti. Soy tu
prometida. Mi pensamiento no se ocupa sino de Ti. Eres mi ideal, mi ideal
infinito.
Soy feliz, pues puedo decir con verdad, que el único
amor de mi corazón eres Tú. Jesús mío, he visto que sólo una cosa es necesaria:
amarte y servirte con fidelidad, parecerme y asemejarme en todo a Ti. En eso
consistirá toda mi ambición.
Me pides que sea santa, que haga con perfección mi
deber, que el deber es la cruz. ¿Encontrará el Padre tu figura en mí? ¡Cuánto me
falta para parecerme a Ti!
Mi espejo ha de ser María. Puesto que yo soy su hija, debo parecerme a Ella y así me pareceré a Jesús.
Mi espejo ha de ser María. Puesto que yo soy su hija, debo parecerme a Ella y así me pareceré a Jesús.
Jesús querido (SANTA TERESA DE
LOS ANDES)
Jesús querido, sé que habitas
en mi alma. Jesús mío, Tú eres mi Vida. Sin Ti me muero;
sin Ti desfallezco. Jesús, Tú me alumbras.
Me muero, me siento morir. Jesús mío, me doy a Ti.
Te ofrezco mi vida por mis pecados y por los pecadores. Madre mía, ofréceme como
hostia.
Ven, amor. Ven pronto y te daré mi corazón, mi alma
y todo lo que poseo.
Jesús mío, perdóname. Soy tan orgullosa que no sé
aceptar con humildad la más ligera humillación. Jesús querido, enséñame la
humildad. Jesús querido, quiero ser pobre, humilde, obediente, pura, como era mi
Madre y como Tú, Jesús. Haz de tu casita un palacio, un cielo. Anhelo vivir
adorándote como los ángeles, sentir mi nada en tu presencia. Soy tan imperfecta.
Jesús querido, que se haga tu voluntad y no la mía.
¡Oh, te amo, Jesús, te adoro!¡Toda tuya... Sólo Tú... ninguna criatura!
La divina
mirada (SANTA TERESITA
DE LISIEUX)
Con audaz confianza
contemplaré fijamente a mi divino Sol hasta la muerte. Nada podrá arredrarme, ni
el viento ni la lluvia, y si espesos nubarrones ocultasen al Astro del Amor, si
me pareciese que sólo existe la noche de esta vida, ésa será la ocasión de
extremar mi confianza hasta los últimos límites, guardándome de desertar de mi
sitio, pues sé que tras estos tristes nubarrones sigue brillando la luz de sol.
¡Oh Astro amado! Sí, soy feliz
al verme pequeña y débil en tu presencia; mi corazón goza de dulce paz... ¡Oh
Verbo, Salvador mío! ¡Oh Jesús, déjame decirte que tu amor raya en la locura!...
Considerando esta locura, ¿cómo quieres Tú que mi corazón no se lance con
impetuoso impulso hacia Ti? ¿Cómo ha de tener límites mi
confianza?...
Todo el tiempo que quieras
permaneceré con los ojos fijos en Ti; quiero que tu divina mirada me fascine,
quiero ser presa de tu amor. Tengo la esperanza de que un día te arrojarás sobre
mí, llevándome al fondo del amor, sumergiéndome, por fin, en ese abismo
abrasador, para convertirme eternamente en tu dichosa víctima.
La paz (SANTA TERESITA DE LISIEUX)
¡Oh Jesús, divino esposo mío!
Que las cosas de la tierra no lleguen nunca a turbar mi alma, y que nada turbe
mi paz. Jesús, no te pido más que la paz, y también el amor, un amor infinito y
sin más límites que Tú mismo, un amor cuyo centro no sea yo sino Tú. Quiero
santificar los latidos de mi corazón, mis pensamientos y mis obras más sencillas
uniéndolo todo a tus méritos infinitos, y reparar mis faltas arrojándolas al
horno ardiente de tu amor misericordioso.
Dios mío, te pido para mí y
para todos mis seres queridos la gracia de cumplir con toda perfección tu
voluntad y aceptar por tu amor las alegrías y los sufrimientos de esta vida
pasajera, para que un día podamos reunirnos en el cielo por toda la
eternidad.
Jesús, haz que yo salve muchas
almas, que hoy no se condene ni una sola y que todas las almas del purgatorio
alcancen la salvación. Amén.
Sólo Jesús (SANTA TERESA DE
LISIEUX)
Jesús, Tú solo puedes colmar mi alma. Mi única paz, mi único amor, mi única dicha
eres Tú, Señor.
En todo momento me sigues y me guardas y, cuando te
llamo, siempre te tengo cerca. Si a veces pareces escondido en el silencio, Tú
mismo me animas para ir a tu encuentro.
Tan solamente a Ti, Jesús, estoy atada. Me refugio
en tus brazos y me siento a cubierto.
Yo deseo, Señor, colmarte de caricias como un niño.
En Ti, Señor,
mantengo segura mi esperanza. Cuando en mi corazón estalla la tormenta, a
tu rostro, Jesús, levanto mi mirada, y en tus ojos leo tu gran
misericordia.
Quieres mi corazón, Jesús: yo te lo entrego y todos
mis deseos los pongo entre tus manos. ¡Oh, mi esposo, mi Rey!: que sólo ame por Ti, en la tierra y
el cielo, a todos cuantos amo.
Atráeme, Jesús (SANTA TERESA DE LISIEUX)
Dios mío, Tú sabes que jamás
he deseado otra cosa que amarte: no ambiciono otra gloria.
El amor atrae al amor. Por
eso, Jesús mío, mi amor se lanza hacia Ti. Querría colmar el abismo que lo
atrae, pero ni siquiera es una gota de rocío perdida en el
océano.
Jesús, atráeme más y más al
fuego de tu amor, que me una a él tan estrechamente que sea él quien viva y obre en
mí.
Estoy seguro de que, aunque
tuviera todos los pecados que se pueden cometer, me arrojaría con el corazón
partido de arrepentimiento en los brazos de Jesús, porque sé cuánto ama al hijo
pródigo que vuelve a Él.
Lo único que te pido es el
Amor. No puedo hacer obras brillantes, pero mi vida se consumirá amándote. No
tengo otro medio de probarte mi amor que no dejar escapar ningún pequeño
sacrificio, ninguna mirada, ninguna palabra, aprovechar todas las pequeñas cosas
y hacerlas por amor, pues el más pequeño movimiento de puro amor te es más útil
que todas las demás obras juntas.
Vivir de amor (SANTA TERESA DE
LISIEUX)
Lo sabes, Jesús mío: yo te
amo; que me abrase con su fuego tu Espíritu de Amor.
Por mí vives oculto en una
Hostia; por Ti también, Jesús, vivir quiero escondida. Me hace feliz tan sólo tu
mirada... ¡Vivo de amor!
Vivir de amor es subir al
Calvario a zaga de las huellas de Jesús, y valorar la cruz como un tesoro... En
el cielo, mi vida será el gozo, y el dolor se irá para siempre. Mas aquí
desterrada, quiero, en el sufrimiento, vivir de amor.
Vivir de amor es darse sin
medida, sin reclamar salario aquí en la tierra. Lo he dado todo al corazón
divino, que rebosa ternura. Nada me queda ya... Corro ligera. Ya mi única
riqueza es, y será por siempre, vivir de amor.
Vivir de amor es disipar el
miedo, aventar el recuerdo de pasadas caídas. De aquellos pecados míos no veo ya
la huella, pues en el fuego divino se han quemado... Dulce hoguera, sagrada
llama, en tu centro yo fijo mi mansión. Allí, Jesús, yo canto confiada y alegre:
vivo de amor.
Vivir de amor es guardar, en
sí misma, en un vaso mortal, un inmenso tesoro. Mi flaqueza es extrema, Amado
mío, y disto mucho de ser un ángel de los cielos, mas, si es verdad que caigo a
cada paso, lo es también que Tú vienes en mi ayuda y me levantas, y tu gracia me
das: vivo de amor.
Vivir de amor es, mientras
Jesús duerme, permanecer en calma en medio de la mar tormentosa. No temas, ¡oh
Señor!, que te despierte, espero en paz la orilla de los cielos... Pronto la fe
desgarrará su velo y habrá sido mi espera sólo un día. La caridad me empuja,
ella hinche mi vela: vivo de amor.
Llama de amor, consúmeme sin
tregua. Divino Jesús, haz realidad mi sueño: morir de amor.
Morir de amor, ésta es mi esperanza. Cuando vea romperse mis
cadenas, mi Dios será mi recompensa, otros bienes no quiero poseer. Quiero ser
abrasada por su amor, quiero verle y unirme a Él para siempre. Éste será mi
cielo y mi destino: ¡¡Vivir de amor...!!
Oración
para alcanzar la humildad (SANTA TERESITA DE LISIEUX)
¡Jesús! Jesús, cuando eras
peregrino en nuestra tierra, Tú nos dijiste: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón, y vuestra alma encontrará descanso». Sí, poderoso Monarca de los
cielos, mi alma encuentra en Ti su descanso al ver cómo, revestido de la forma y
de la naturaleza de esclavo, te rebajas hasta lavar los pies a tus apóstoles.
Entonces me acuerdo de aquellas palabras que pronunciaste para enseñarme a
practicar la humildad: «Os he dado
ejemplo para que lo que he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis. El
discípulo no es más que su maestro... Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros
si lo ponéis en práctica».
Yo comprendo, Señor, estas
palabras salidas de tu corazón manso y humilde, y quiero practicarlas con la
ayuda de tu gracia. Quiero abajarme con humildad y someter mi voluntad a la de
mis hermanos. ¡Qué manso y humilde de corazón me pareces, Amor mío, bajo el velo
de la blanca hostia! Para enseñarme la humildad, ya no puedes abajarte
más.
Pero Tú, Señor, conoces mi
debilidad: cada mañana tomo la resolución de practicar la humildad, y por la
noche reconozco que he vuelto a cometer muchas faltas de orgullo. Al ver esto,
me tienta el desaliento, pero sé que el desaliento es también una forma de
orgullo. Por eso, quiero, Dios mío, fundar mi esperanza sólo en Ti. Ya que Tú lo
puedes todo, haz que nazca en mi alma la virtud que deseo.
Al pie de tu altar (SANTA TERESITA DE LISIEUX)
¡Qué feliz sería, Jesús, si
hubiese sido enteramente fiel! Pero, muchas veces por la noche estoy triste
porque veo que hubiera podido responder mejor a tus gracias... Si hubiese estado
más unida a Ti, si hubiera sido más caritativa con mis hermanos, más humilde y
más mortificada, me costaría menos hablar contigo en la oración. Sin embargo,
Dios mío, lejos de desalentarme a la vista de mis miserias, vengo a Ti confiada,
acordándome de que «no tienen necesidad
de médico los sanos, sino los enfermos». Te pido, pues, que me cures, que me
perdones, y yo, Señor, recordaré que «el
alma a la que más has perdonado debe amarte también más que las
otras...»
Te ofrezco todos los latidos
de mi corazón como otros tantos actos de amor y de reparación, y los uno a tus
méritos infinitos. También te pido, divino Esposo mío, que seas Tú mismo el
Reparador de mi alma y que actúes en mí sin hacer caso de mis resistencias; en
una palabra, ya no quiero tener más voluntad que la tuya. Y mañana, con la ayuda
de tu gracia, volveré a comenzar una vida nueva, cada uno de cuyos instantes
será un acto de amor y de renuncia.
Después de haber venido así,
cada noche, al pie de tu altar, llegaré por fin a la última noche de mi vida, y
entonces comenzará para mí el día sin ocaso de la eternidad, en el que
descansaré sobre tu divino Corazón de las luchas del destierro.
La venida (GEMA
GALGANI)
Querido Jesús: ven, ven, que
no te cause horror mi miseria, ya que cuanto más grande sea, más grande será tu
misericordia.
Ven: limpia mi corazón con tu
pureza; con tu mansedumbre doblega mi atrevimiento; visita hoy mi conciencia y,
si hay en ella algo que te disguste, destrúyelo, abátelo,
aniquílalo.
Dios mío, si tu grandeza se
abaja para llegar hasta mí, engrandéceme, reparando Tú los males que han causado
mis culpas.
Tú eres el único amor de todas
las criaturas, la llama de mi corazón. Jesús mío, quisiera amarte con toda mi
alma.
Tú, Jesús, eres el amor de
todos. Tú eres el único amor: lo quiero gritar más fuerte. ¡Te quisiera amar
tanto, Jesús! Con aquella pureza con que te amaron las vírgenes; con aquella
fortaleza con que te amaron los mártires; con aquel amor con el que te amaba tu
Madre. ¡Oh, santos del cielo, prestadme un corazón con el que pueda amar mucho a
Jesús! Tú eres el fuego de mi corazón, el apoyo de mi vida, la pupila de mis
ojos….
El fuego del amor
(GEMA
GALGANI)
Oh, corazón mío, ¿por qué no
te enciendes del todo?, ¿por qué no te consumes enteramente en las llamas de
Jesús? Yo te amo mucho, Jesús, quiero amarte siempre… Lléname de aquel Espíritu
que es todo fuego…
Tú
ardes, Señor, y yo me abraso… ¡Oh, dolor, oh amor sumamente dichoso! Señor,
aumenta tu gracia, purifica… Eres una llama, y quisieras que en pura llama se
convierta mi corazón. Señor: sé el fuego que destruye todos mis pecados; el
ardor que deshaga mi tibieza; la llama que destruya todas mis
pasiones.
Mi corazón siempre está unido
a Ti, Jesús, y sigues consumiéndome. Mi querido Dios, quisiera derretirme
completamente en medio de tus llamas.
¡Dios mío, Jesús mío, mi
Salvador!... Dios mío, quisiera arder siempre por Ti, quisiera palpitar siempre
por Ti, quisiera vivir, quisiera morir de puro amor. Para Ti, Jesús, todos los
latidos de mi corazón. Soy tuya, nací de Ti. Dime, Señor, lo que quieres de
mí.
Te ofrezco todos mis dolores,
para que los santifiques.
¿Cuándo pasaré, oh Jesús, de
las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida? ¿Cuándo me saciaré totalmente de
tu divina belleza? ¿Cuándo me perderé entera en tu divina luz?
Déjame sumergirme en la
caridad de tu amor.
¡Oh amor, amor infinito!
¡Delicia de amor! ¿Cuándo estaré unida a Ti, Señor?
La dulzura (GEMA
GALGANI)
Jesús… déjame estar un poco
contigo hoy… déjame gozar de tu presencia, porque ante Ti mis angustias
desaparecen.
Hazme oír tu voz. Sólo Tú eres
mi consuelo. Perdona mis miserias e iniquidades, y no permitas que me canse de
los abrazos de tu amor.
Mi corazón se ensancha, Señor,
y experimenta dulzuras que sólo puede
dar la misericordia de Jesús. ¡Oh, fuerza del amor de Jesús! tu ternura, Señor,
venza mi frialdad. Con tus llamas inflama mi corazón.
Jesús, ábreme tu corazón, haz
que pueda entrar en él. Apodérate de mí, de tal modo que sea una víctima
dichosa, que lleve durante toda mi vida aquel sufrimiento dulce que constituye
sobre la tierra la felicidad de un corazón enteramente de Jesús.
¿Quién es mi Jesús? (GEMA GALGANI)
Jesús… Jesús… ¿Quién es mi
Jesús, que me llena totalmente de dulzura con sólo recordarlo? Me tienes atada
con la fuerza de tu amor. Te amo porque eres mi Jesús, porque eres el único
digno de ser amado, te amo por encima de todo, Señor…
Yo quisiera que mi corazón no
palpitase, no viviese, no suspirase más que por Ti, Jesús; quisiera que mi
lengua no supiera pronunciar sino tu nombre; que mis ojos no mirasen otra cosa
que a Jesús, y que mis pensamientos no volaran sino hacia Jesús.
Jesús, te doy mi corazón, pero
no me lo devuelvas nunca, que sea siempre tuyo, enteramente tuyo. Yo quiero
hacer cuanto pueda por consolar tu Corazón.
Cuando oigo mencionar tu
nombre, mi alma se eleva; tan sólo tu nombre da serenidad a mi vida. Jesús, he
arrancado mi corazón de la tierra y lo he plantado en Ti.
Sí, Jesús mío, toda mi
felicidad viene de Ti; te buscaré siempre por doquier. Cuando quiera
encontrarte, te buscaré en el silencio de mi corazón. Ardo en el deseo de verte,
Jesús, pero me atengo a tu querer.
Ábreme, Jesús, tu corazón,
para que pueda entrar en él. ¡Oh Jesús!, Tú que ves todas mis necesidades, ¿por
qué tardas en oír mis súplicas?
Sí, Dios mío, te quiero. Lo
que hago, lo hago por Ti. Si velo, estoy siempre contigo; si como, como por Ti;
si sufro, sufro contigo. Tú serás siempre mi único consuelo, Jesús... si me
siento abatida, te llamaré siempre a Ti. Mi respiración, Jesús, es para Ti. Sólo
te busco a Ti.
Sí, Dios mío, sí: no permitas
que me rebele contra tu voluntad... ¿qué es, Jesús, este fuego que me invade
toda? Quisiera estar así por una eternidad... Dios mío..., si tan felices nos
haces en la tierra, ¿qué será en el cielo, querido Jesús?
Morir de amor (HERMANO SAN RAFAEL)
Dios mío, Dios mío, enséñame a amar tu Cruz,
enséñame a amar la absoluta soledad de todo y de todos. Comprendo, Señor, que es
así como me quieres, que es así de la única manera que puedes doblegar este
corazón tan lleno del mundo y tan ocupado en vanidades.
Así, en la soledad en que me pones, me enseñarás la
vanidad de todo, me hablarás Tú sólo al corazón, y mi alma se alegrará en Ti.
Pero sufro mucho, Señor: cuando la tentación aprieta y Tú te escondes, cómo
pesan mis angustias.
Quisiera, Señor, amarte como nadie... quisiera,
Jesús mío, morir abrasado en amor y en ansias de Ti. Todo lo que Tú quieras
seré. Quisiera que mi vida fuera un solo
acto de amor..., un suspiro prolongado de ansias de Ti; quisiera que mi vida
fuera una llama en la que se fueran consumiendo por amor todos los sacrificios,
todos los dolores, todas las renuncias, todas las soledades.
Quisiera que tu vida fuera mi única regla; que tu
amor eucarístico mi único alimento; tu evangelio mi único estudio; tu amor mi
única razón de vivir; quisiera morir de amor, ya que sólo de amor vivir no
puedo.
¡Es
tan doloroso querer amarte y no poder!... ¡es tan triste arrastrar por el suelo
del mundo la materia que es cárcel del alma que sólo suspira por Ti! ¡Señor:
morir o vivir, lo que Tú quieras..., pero por amor!
El destierro (HERMANO
SAN RAFAEL)
Señor
y Dios mío… ¡qué cansado estoy! ¿Hasta cuándo, Señor, me tendrás en el olvido?
Mi alma sufre de verse privada de tus amores, sufre de verse en el encierro de
este cuerpo. Señor, nada quiero, nada me importa, sólo Tú.
Comprende,
Jesús mío, con lo que Tú me quieres y con lo que yo te quiero, es muy penoso
vivir así.
Envíame
tu luz para comprender; el arrepentimiento para llorar; la fe para sólo confiar
en ella; la esperanza para sostener mis flaquezas, y, por encima de todo,
lléname, Señor, de tu inmensa Caridad, de tu Amor, que me llene, me desborde, me
inunde en las delicias de tu amor sin límites.
Prisionero del amor (SANTA FAUSTINA KOWALSKA)
Jesús, Divino prisionero del
amor, cuando considero tu amor y cómo Te has anonadado por mí, mis sentidos
desfallecen. Encubres tu Majestad
inconcebible y Te humillas rebajándote a mí.
Oh, Rey de la Gloria, aunque ocultas tu hermosura, el ojo de mi alma
desgarra el velo. Veo a los coros de
ángeles que te honran incesantemente y a todas las potencias celestiales que Te
alaban sin cesar y que Te dicen continuamente:
«Santo, Santo, Santo».
¿Quién comprenderá tu amor y
tu misericordia insondable hacia nosotros?
Oh, prisionero del amor, encierro mi pobre corazón en este tabernáculo
para adorarte sin cesar día y noche.
Aunque estoy físicamente lejos de Ti, mi corazón está siempre
contigo. Nada puede impedir mi amor
hacia Ti. No existe ningún obstáculo
para mí. Oh, Jesús Te consolaré por
todas las ingratitudes, por las blasfemias, por la tibieza, por los agravios
y los sacrilegios. Oh, Jesús, deseo arder como víctima pura y
anonadada delante de tu trono.
Jesús, Luz
eterna (SANTA FAUSTINA
KOWALSKA)
Oh, Jesús, Luz eterna, ilumina
mi mente, fortalece mi voluntad e incendia mi corazón. Siento bien que vivo en Ti como una chispa
pequeñita absorbida por un ardor increíble, en que Tú ardes, oh Trinidad
impenetrable.
Quédate conmigo como me has
prometido, porque sin Ti no soy nada. En
Ti está toda mi fuerza.
Oh, qué grande es tu belleza,
Jesús, Esposo mío, Flor viva, vivificante, en la que está encerrado el rocío que
da la vida al alma sedienta. En Ti se
sumergió mi alma. Tú solamente eres el
objeto de mis aspiraciones y de mis deseos, úneme lo más estrechamente posible a Ti, al Padre y al
Espíritu Santo, para que viva y muera en Ti.
Deseo, Jesús mío, sufrir y
arder con el fuego del amor en todos los acontecimientos de la vida. Pertenezco a Ti entera, deseo abismarme en
Ti, oh Jesús, deseo perderme en tu divina belleza. Tú me persigues, Señor, con tu amor, como un
rayo del sol penetras dentro de mí y transformas la oscuridad de mi alma en tu
claridad.
Oh, Jesús, haz a mi corazón
semejante al tuyo, o más bien transfórmalo en tu propio Corazón para que pueda
sentir las necesidades de otros corazones y, especialmente, de los que sufren y
están tristes. Que los rayos de la
misericordia descansen en mi corazón.
Oración por la Santa Iglesia y los sacerdotes (SANTA FAUSTINA
KOWALSKA)
Oh Jesús mío, Te ruego por toda la Iglesia:
concédele el amor y la luz de tu Espíritu y da poder a las palabras de los
sacerdotes para que los corazones endurecidos se ablanden y vuelvan a Ti,
Señor.
Señor, danos sacerdotes santos; Tú mismo consérvalos
en la santidad. Divino y Sumo Sacerdote, que el poder de tu misericordia los
acompañe en todas partes y los proteja de las trampas y asechanzas del demonio,
que están siendo tendidas incesantemente para las almas de los sacerdotes. Que
el poder de tu misericordia, oh Señor, destruya y haga fracasar lo que pueda
empañar la santidad de los sacerdotes, ya que Tú lo puedes todo.
Oh
mi amadísimo Jesús, Te ruego por el triunfo de la Iglesia, por la bendición para
el Santo Padre y todo el clero, por la gracia de la conversión de los pecadores
empedernidos. Te pido, Jesús, una bendición especial y luz para los sacerdotes
ante los cuales me confesaré durante toda mi vida.
Oración para irradiar a Cristo (CARDENAL JOHN
HENRY NEWMAN)
Amado
Señor, ayúdame a esparcir tu fragancia donde quiera que vaya.
Inunda mi
alma de espíritu y vida.
Penetra y
posee todo mi ser hasta tal punto que toda mi vida solo sea una emanación de la
tuya.
Brilla a
través de mí, y mora en mí de tal manera que todas las almas que entren en
contacto conmigo puedan sentir tu presencia en mi alma.
Haz que me
miren y ya no me vean a mí sino solamente a Ti, oh Señor.
Quédate
conmigo y entonces comenzaré a brillar como brillas Tú; a brillar para servir de
luz a los demás a través de mí.
La luz, oh
Señor, irradiará toda de Ti, no de mí; serás Tú quien ilumine a los demás a
través de mí.
Permíteme
alabarte de la manera que más te gusta, brillando para quienes me rodean.
Haz que
predique sin predicar, no con palabras sino con mi ejemplo, por la fuerza
contagiosa, por la influencia de lo que hago, por la evidente plenitud del amor
que te tiene mi corazón. Amén.
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